Por el arte musical y las limpiezas del alma

Por el arte musical y las limpiezas del alma

Por fortuna, no todo está envenenado de intereses materialistas. Tan abrumados estamos de que toda acción, de cualquier tipo, tiene origen en ocultos intereses  y que, en lugar de intentar expandir un perfume de concordia y nobles intenciones, obedecen a propósitos malolientes y dañinos, que a la noticia del espectáculo que Juanes y un grupo de notables artistas populares montaron el mes pasado en La Habana, reaccionamos instintivamente preguntándonos, de arrancada: ¿Qué se traerán con esto?  ¿Quiénes estarán detrás?

Una periodista extranjera publicó un reportaje que tituló: “Música y dictadura desafinan”. Yo no lo he leído. Supe del asunto por un interesante trabajo,  bien informado,  inteligente y bien escrito, firmado por Delia Blanco, publicado en “Areíto” el pasado sábado 3 de octubre. Creo, como la autora, que “La paz de la Música no tiene fronteras”. Si Beethoven tomó las palabras del poeta Schiller para finalizar su portentosa Novena Sinfonía con una exaltación de la hermandad y la alegría, afirmando que todos los hombres son hermanos (Alle menschen werden brüder) es porque no perdemos, los artistas, la esperanza de que algún día seamos mejores seres humanos. Lo que han hecho, a mi ver, Juanes y los famosos artistas populares que lo acompañaron el 20 de septiembre recién  pasado a una presentación en la Plaza de la Revolución de La Habana, ante un público de más de un millón de personas, es reafirmar su propósito de difundir “la paz y la tolerancia” sin meterse en características políticas.

Tras todo este más de medio siglo del régimen castrista, no creo que Cuba vuelva a ser lo que fue. Ni que lo desee. Ni que lo acepte.

Se notan cambios en los excesos, que son inevitables en los inicios de un cambio político radical como el que implantó Fidel. Todos los cambios rápidos, trascendentales, categóricos y radicales han estado siempre mojados o empapados de sangre y extremismos punitivos.

Dolorosamente. Las pasiones se desbordan, se desnaturaliza la condición humana y surge como un monstruo feroz la crueldad ávida de dolor y muerte.

Pero como nada es estático y todo se mueve, llegan los desencantos, se comprueba el fracaso de las ideologías totalitarias y se fortalece la necesidad de nuevos cambios.

Creo firmemente en el poder transformador de la música, en su capacidad para acercar a los humanos a un mundo mejor. Por tanto aplaudo calurosamente la actividad musical del cantautor colombiano Juanes y sus compañeros  latinoamericanos y caribeños en La Habana.

La música opera en estratos científicamente desconocidos y es capaz de producir reacciones de amplia repercusión e importancia positiva. Ya lo sabían los viejos griegos.

En Esparta, el músico cretense Taletas (S. VII a.C.) fue llamado a Esparta para restablecer la paz entre los ciudadanos (J. Burckhardt, Historia de la Cultura Griega, vol. III, p. 183)

Sea este concierto habanero, inicio de un nuevo mecanismo transformador, sin agresivas consignas ni incitaciones violentas: Música y hermandad.

Sólo eso.

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