Por el derecho a la esperanza (II)

Por el derecho a la esperanza (II)

Los “hijos de la Era”, en alguna forma, incursionamos en el quehacer político con la clarinada de los héroes y mártires expedicionarios del 14 de Junio que llegaron para eternizarse, llenos de patriotismo, con la mirada puesta en el ideal de libertad y justicia que muchos valientes, con vocación de sacrificio, abrazaron: “Dulce y decoroso es morir por la Patria.” Ese despertar de la conciencia ciudadana hizo que se lanzaran a la lucha insurreccional al combate en las montañas mientras otros, sin rehuir el compromiso moral y cívico, a partir del ajusticiamiento del tirano Trujillo, no de la satrapía trujillista, discretamente nutríamos la militancia política partidista, sin entregar la cabeza, en aquella afanosa fragua y afanes de los partidos, acumulando una rica experiencia en el discurrir de tantos años, viviendo episodios luminosos por la construcción de una patria mejor, de una sociedad más libre, democrática, justa y participativa y otros, los más, luctuosos, agoreros, no pudiendo sentirnos menos que afortunados por lo vivido y al propio tiempo desconcertados, desengañados o frustrados al comprobar cómo lo que fuera y sigue siendo “la ciencia más pura después de la política, digna de ocupar las inteligencias nobles” ha devenido en una práctica oportunista, pragmática y mundana a tal extremo degenerativo, de corrupción, maldad y cinismo, hasta convertirse, con excepciones, “en el arte infame de engañar al pueblo”, como diría el Maestro del decoro y la dignidad Juan Bosch Gaviño, hiriendo de muerte la esperanza redentora.
En su libro “Por El Derecho a La Esperanza – Escritos urgentes sobre política –“ de la autoría de su nieto, Matías Bosch que sirvió de titulo a mi artículo anterior, se hace un estupendo recorrido critico, analítico, de aquellos esplendorosos momentos históricos vividos por el pueblo dominicano y los nefastos hechos y periodos luctuosos que han ensangrentado la patria de Duarte desde su nacimiento y sumido a su pueblo valiente e intrépido, en la más lastimosa miseria, marginado de su propio destino, expoliado y explotado por el poder oligárquico y sus aliados criollos y de ultramar que no produce nada solo “pobreza, precariedad, ausencia de derechos y competencia desleal e injusta.” Desigualdades que empujan la desgracia en “un país sencillamente triste y oprimido, agreste y despoblado.” (Mir).
Dramática situación que nos obliga a pensar en el rescate aquel soñado paraíso perdido para hombres, mujeres y niños dominicanos, que huyen y otros más atrapados que quedan, siendo República Dominicana según el Index Mundial de 221 países, donde “Haití ocupa el puesto 190 que menos población recibe y mas sale al exterior y nosotros el No. 164; siendo una de las cinco importantes poblaciones hispanas radicada en EUA, que pasa, del 2000 al 2008, de 1,041,190 a 1,468,540 suma que sigue en desproporcional aumento, particularmente de jóvenes sin esperanza, muchos ya naturalizados, cambiada su nacionalidad.
¿Son ellos, los que arriesgan sus vidas y abandonan sus raíces, su familia y amigos, perdida la esperanza de una vida mejor, culpable? Definitivamente no, mientras seguimos jugando a lo escondido. A desconocer y tapar nuestra realidad con mentiras de bienestar y riqueza, resignados con lo poco que nos queda y lo mucho que nos han quitado.

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