Durante la pandemia y el distanciamiento se han recibido muchos correos haciendo referencia a los abuelos. Con temas que en realidad conmueven. Especialmente a quienes tenemos la dicha de haberlos tenido, pero además contar con esos retoños que motivan y alegran nuestras vidas.
En tal sentido quiero recordar una obra que aunque no se refiere exactamente a ello, recoge aspectos interesantes entre el ayer y el presente. Entre un abuelo y su nieta. Abuelos como los que nos tocó tener a los de nuestras generaciones. Los que ayer fuimos nietos, pero hoy somos abuelos.
En los finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, producto de la inmigración hacia los Estados Unidos, un abuelo dejó una carta en la que narraba algunas experiencias. Resaltando las penurias y vicisitudes que vivieron en esos tiempos, y decía: “Eran aquellos tiempos difíciles cuando todavía no había electricidad en los hogares y había que usar lámparas. Se cocinaba con leña. Era necesario cargar el agua y se usaban retretes”.
La carta del abuelo se la guardó su madre como recuerdo a su hija. Nacida y crecida en pleno desarrollo americano. Educada en plena civilización moderna y preparándose para comenzar la universidad. Fue grande la nostalgia que le produjo recordar a sus abuelos y lo que pudo haber significado para ella como para sus padres los primeros años de sus vidas.
Las luces, el modernismo, los ruidos, las grandes y lujosas construcciones de la gran ciudad no le permitían imaginar a sus abuelos y a sus padres de pequeños alumbrándose con lámparas. Cargando agua en pipotes, cocinando con leña o teniendo un retrete en la parte atrás de la casa.
La joven que leyó con nostalgia la carta, al asistir a la universidad, ir de compras o participar en cualquier otra actividad, seguro que no encontraría una compañera o amigo que le dijera que todavía en los pueblos de donde son oriundos, vivían en las mismas condiciones que les narró su abuelo. Ni mucho menos que a varias cuadras de las partes más desarrolladas de las ciudades importantes de su país, incluyendo los centros universitarios y comerciales, podrían encontrar ese cuadro que para el abuelo marcaba la distancia entre dos épocas.
Sin embargo, en contraste con lo que le ocurrió a la joven narrada en el libro, existen lugares del mundo, en el actual siglo XXI, con grandes avenidas, nuevos edificios, elevados y túneles, pero con la diferencia de que a escasas cuadras de esos bellos edificios y modernos centros, pueden encontrarse gente que todavía cocina con leña o carbón, que usa retretes y con dificultades para lograr agua potable en sus hogares.
Algunos de nuestros abuelos no tuvieron la oportunidad de ver los grandes contrastes. Aún así no mermó en ellos su amor hacia sus nietos. Muchos de nuestros padres y algunos de nosotros si los vivimos, pero el amor continuó. Y eso, probablemente eso, ha incrementado la admiración de los nietos por sus abuelos. Porque fueron héroes que libraron batallas para darles a sus padres un futuro mejor. Aunque todavía haya pueblos y países pendientes de una verdadera justicia social. Donde existen las mismas distancias, pero en la misma época.
Aún hoy existen modernas ciudades donde muchos cocinan con leña
Todavía hay pueblos pendientes de una verdadera justicia social
Algunos abuelos no pudieron ver los grandes contrastes