Por el imperio de racionalidad y ejemplo

Por el imperio de racionalidad y ejemplo

Sigue tomando cuerpo la irracionalidad en nuestra sociedad, a juzgar por acontecimientos recientes. Desbordamientos de demandas salariales y hechos vandálicos en el Congreso constituyen noticias de primer orden. Extraña que ambos no estén siendo encarados con la firmeza debida habida cuenta de sus potenciales efectos desestabilizadores en nuestros sistemas económico y político.

Prima tolerancia o permisividad de autoridades competentes. ¿Cómo es posible, p.e., que un integrante de la autoridad encargada de legislar para someternos al orden y disciplina sea propiciador de hechos vandálicos? ¿Cómo sus pares y las autoridades de ese cuerpo legislativo han sido tan tolerantes ante un proceder tan irracional, y no hayan emitido sanciones que reclaman las circunstancias? ¿Cómo las autoridades encargadas de mantener el orden público exponen al desprestigio a un poder del Estado, mostrando incapacidad de preservarle su solemnidad?

Pero la pérdida de racionalidad no solo se observa en estos casos. Subyace en el ejercicio de otras instancias de la autoridad, incluyendo el manejo de las dos grandes crisis, gemelas, que padecemos: sanitaria y económica.

Muchas de las disposiciones adoptadas para combatirlas carecen de la racionalidad-coherencia y uniformidad, sencillez y simplicidad-que faciliten su cumplimiento; transmitiendo más bien señales confusas que la dificultan.

Cuando estaba controlada la pandemia, se adoptaron medidas extremas mientras que cuando se descontroló, se liberalizaron. Los horarios de restricciones circulatorias confunden. Sus disposiciones ignoran nuestra informalidad económica que empuja salir a calles diariamente a buscar sustento, mientras programas y propagandas pregonan “Quédate en Casa”. Se pide a la población que eviten aglomeraciones cuando la mitad de nuestros pobladores barriales viven aglomerados. Se invita a lavarse las manos con agua abundante cuando no existen ni siquiera tuberías que transporten gotas.

Se prohíben celebración de eventos y espectáculos pero quienes los prohíben, lo propician y/o asisten. Se decreta evitar reuniones masivas, pero las convocan y celebran. Llaman a usar mascarillas, pero no las usan o las usan mal. Convocan distanciamiento pero se dejan fotografiar pegados.

Por supuesto, el resultado de estas irracionalidades y su no respaldo con ejemplos, desestimula su cumplimiento

El caos en el transporte es un ejemplo de esa irracionalidad y sus consecuencias. ¿Cómo explicar los excesivos taponamientos con educación predominantemente virtual, empleados públicos dispensados de concurrir a sus oficinas, recurrencia al teletrabajo y economía contraída?

Las autoridades deben emplearse a fondo para explicarse y explicar las irracionalidades observadas. Y empeñarse en encontrar correctivos pertinentes, constituyen un desafío a su inteligencia el buscarlos e imponerlos; con autoridad, especialmente moral, emanada del ejemplo. Traduciendo orden y disciplina.

De lo contrario, nuestra sociedad y/o sistema político estaría expuesto a saltar al vacío.

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