Pasar por el malecón de Santo Domingo y no detenerse, es como ir a la playa y no bañarse. Y es que la magia de este lugar invita a contemplar la hermosura del Mar Caribe que bordea todo su trayecto.
Estar ahí tiene su encanto, que hace olvidar cualquier preocupación al hacer contacto visual con las azules e inquietas aguas del mar en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad.
Muchos piensan que es un espacio solo para enamorados, pues es frecuente observar el paseo de parejas agarradas de manos, que hacen de los bancos de concreto y la brisa marina que baña sus mejillas, discretos cómplices de sus amoríos.
Pero, el malecón, que según un texto del historiador José del Castillo Pichardo, fue inaugurado en 1904, ofrece una gran diversidad de opciones para toda la familia. Es un lugar único, con atracciones de interés, incluso hasta para los gustos más exóticos. Juegos para niños, restaurantes, diversión para adultos, y además puede parquear su vehículo en cualquiera de sus tramos y tomarse unas cervezas o simplemente sentarse a meditar.