La mecánica legalmente constituída de los procesos electorales dominicanos permite que estén abiertos a los intereses del narco y de otros sectores cuestionables. La política es, más que antes, un negocio y desde el momento en que alguien comienza a aspirar a algún cargo municipal o legislativo, el dinero se convierte en la herramienta clave. Los certámenes de popularidad en ámbitos urbanos y rurales en los que precandidatos o candidatos buscan los votos potenciales tienen que ganarse a base de promesas de beneficios personales a futuro y de dádivas a presente. No existe verdadera restricción en el país para ejercer patrocinio desde la sombra y comprometer a quienes alcanzan cuotas de poder.
Verificar en qué gastan los partidos los recursos que reciben del Erario no es suficiente para evitar asociaciones perversas con aspirantes necesitados de plata ni para impedir que los propios entes del narcotráfico traten de ser opciones. Es hora de erigir valladares. Las contribuciones a proyectos electorales deben quedar ineludiblemente registradas y limitadas para proteger a funcionarios electos de quienes pretenderían mediatizarlos. Además las justas comiciales del país son extensas y dispendiosas porque no se fijan límites a los gastos. He ahí una de las causas de que en el debate el dinero importe más que las ideas y los méritos personales.
La igualdad en las cárceles
La privación de libertad por condena ha sido humanizada con el paso del tiempo. Las cárceles que más respetan la dignidad de los individuos permiten a los internos realizar labores productivas y remuneradas. En los recintos del nuevo modelo se brindan facilidades para estudiar. Periódicamente se celebran actos de investidura. El deporte y el arte son también parte de la vida carcelaria.Y de viejo, en otros países sobre todo, las penitenciarías reservan lugares para la intimidad en los que los reclusos pueden recibir visitas conyugales.
En República Dominicana las reclusas de dos cárceles del sistema: Najayo Mujer y Refey Mujer, reclaman un trato igualitario. Si algunos hombres sobre todo aquellos que se benefician de un trato privilegiado- pueden recibir a sus parejas con privacidad, ellas también deberían poder hacerlo. Con más derecho -agregamos nosotros- si el haber ido a parar a la cárcel significó para esos seres humanos interrumpir una reconocida unión marital.