Por esas calles de Dios

Por esas calles de Dios

Angela Peña ha dedicado un trabajo aparecido en la edición de «HOY» del primero de este mes, al tema de las faltas ortográficas y nombres cambiados y otras inexactitudes en rótulos de varias calles de la Capital. Los nueve que ilustran el trabajo de la apreciada periodista no son los únicos, ni lo único a enmendar. Hace algún tiempo este periódico trató el tema en varios reportajes. Mi artículo `¿Calles con nombres errados? ¿No ¡importa!`, publicado el 15 de julio 2001, se refiere a lo mismo.

La anomalía ha perdurado, y tal vez falte mucho para que desaparezca. Para la solución se necesita una labor coordinada entre el Ayuntamiento y la secretaria de Obras Públicas. Decimos que lo de tales rótulos no es lo único, porque la numeración de casas y edificios es simple y llanamente un tollo. No pregunte por el número de tal vivienda en equis calle. No lo encontrará. Alguien le dirá que esa vivienda está «al lado del colmado tal», o «al doblar la esquina cual», después que se pasa tal cosa, «frente a una farmacia». O sea, que la búsqueda de ese dato sencillo, le costará al munícipe tiempo, y molestias.

Nunca he entendido lo de calle «Proyecto» o «Respaldo», ni lo de tantas calles con nombres repetidos. Ahora bien, para rotular calles así denominadas ahora, debe tenerse cuidado. Veo que es una labor a coordinarse con la Academia Dominicana de la Historia, y eventualmente con otros historiadores. No deben rotularse con nombres de algunos personajes tenidos por «eminentes» o «héroes» que lo son sólo de pacotilla. Fácil es darse cuenta de que algunos nombres no resisten ningún análisis, pues si se preguntara sus aportes al país, o a la humanidad, o a esta democracia todavía enclenque, no los habrá.

La sindicatura de Roberto Salcedo rotuló en forma aceptable las calles de La Castellana. Creo inconveniente usar tablillas de igual tamaño para todos los nombres, debiéndose hacer el esfuerzo para que todas sean como las verdiblancas que identifican algunas vías, sin rotularlas con letras «arrempujándose» unas a otras, para dejar en blanco varias pulgadas en los extremos de las tablillas.

Al síndico Salcedo le viene bien detenerse en nuevos «inventos». Está a la vista que no pudo resistir esa tentación, tan frecuente en ejecutivos de dependencias oficiales. Ejemplos son la «creación», sustentada en argumentos ciertamente baladíes, de un escudo municipal que deja en la porra al heráldico que fue símbolo de Santo Domingo desde tiempos inmemoriales. Otro, el homenaje para reconocer al joven cantante español David Bisbal, al que le falta tanto camino por recorrer. Debió hacerlo la empresa televisual de Salcedo. O los miembros -¿existe eso todavía?- de Amucaba. O el club de fanáticos del artista. Cuántos y cuáles, habrán sido los dominicanos reconocidos por el Ayuntamiento de Madrid.

Inventos de Salcedo, no necesariamente inútiles, son Malecón dominical libre, Quinto Centenario libre, un tramo de la Caracas peatonal, y Dios libre que siga el hombre por ese camino. Para los munícipes tiene más utilidad que se acabe con la práctica atribuible a escasa escolaridad y negligencia de empleados municipales, o del personal de la empresa que sea, de confeccionar y utilizar rótulos con faltas de ortografía y otras inexactitudes como los señalados en los nombres de muchas calles de la Ciudad Primada de América.

El Ayuntamiento peledeísta debe empeñarse en una gestión que se corresponda con el honor recibido por primera vez de los votantes. Todos sus estratos deben entender que le sirven a una ciudad con referentes históricos relevantes. Santo Domingo, y sus habitantes, merecen que sus autoridades conciban y mantengan con firmeza el criterio de que su labor debe facilitar que la vida de la gente sea más cómoda. Esa es una de las rutas para «la ciudad posible».

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