Por favor: los niños no trotan

Por favor: los niños no trotan

Andar: es una de las expresiones verbales empleadas por la Real Academia Española (R.A.E.). El infinitivo se refiere a un ser animado que se dirige de un lugar a otro dando pasos.

Como verbo que es, se puede conjugar en todos los tiempos, modos, voz,   personas y números; y éstos se pueden cumplir con la generalidad, porque no son formas defectivas.

Por ahí mismo avanza el sinónimo o cuasisinónimo: a) andar determinada distancia (la fijación de distancia comienza a espesar el sentido simple de andar; b) Ir de viaje (aquí desaparece el acercamiento de significados  entre ambos verbos. c) Correr: hacer algo con rapidez; Trote: dicho de un caballo: ir al trote, que consiste en apoyo alterno en cada bípedo diagonal, es decir, en cada conjunto de manos y pies contrapuestos.

Recuerdo, con estos juegos lexicales, un poema, mejor, unos versos musicalizados de Leonardo Favio, que parece una confesión:

“Siempre llevo un niño tímido en el pecho, / pero si me besas suele sonreír. / Nunca le hagas daño, porque ha dicho Cristo / que quien daña a un niño le hace daño a él. /”

Todo el resto del poema es así de sencillo, dulce y tierno. Se titula Mujer, Mujer.

Lo que quiero tratar es acerca de un asunto sencillo (aparentemente) y pienso que podría ser de fácil entendimiento si ponemos en práctica lo necesario –mínima orientación y cuidado con su cumplimiento. Levantamos a nuestros hijos con las cualidades de buen trato o las mayores, las normas sociales en las instituciones educativas, maestros, directores y otros alternos o subalternos.

También les hablamos del tratamiento de los menores que, por razones de edad o por falta de orientación no podemos exigirles demasiado.

Durante toda nuestra vida hemos cedido asiento a una dama, en el consultorio, en la balería del teatro de Bellas Artes, en el estadio de pelota y a los niños en cualquier lugar donde se presentare la oportunidad.

Siempre hemos compartido con nuestros hijos, y con los nietos las responsabilidades de mayor exigencia y los turnos de ríos, piscinas y playas: cuidados y compañerismos, pero aun no aterrizo con el tema, estrictamente.

Una de las cosas que más me molestan  es la falta de asimilación y el alcance del sentido de responsabilidad de las personas que arrastran con indiferencia un niño de dos años más o menos, para que camine al compás de la persona mayor que lo encamina. Una criatura que todavía no ha aprendido a caminar bien. Pero como esa criatura “pesa tanto”. También lo  hacen hasta familiares.

¡Hay la cara de angustia que pone el niño inofensivo que no entiende porqué se le trata de esta manera!

 Cuando me entremeto, sin autoridad  para ello, algunas reducen el paso; otras, lo cargan un momento; pero la mayor parte me “cortan” los ojos o me ponen la cara de un block de ocho. No hay descanso en brega alguna. Aún testarudo, les digo: ¡Por favor: Los niños no trotan!

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