Para este domingo están pautadas las elecciones municipales que debieron celebrarse el mes de febrero pasado. Para muchos, aquel fracaso sin precedentes todavía repercute en sus mentes. La suspensión de un proceso que de cualquier manera que se analice, alteró el calendario electoral, a los partidos, el presupuesto y a la nación entera. Un hecho del que aún nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrió. Pero tampoco creo que muchos se hagan ilusiones de que aparezca lo que lo causó o provocó. Sobre todo porque los organismos internacionales actuantes, casi siempre utilizan la metodología de la diplomacia.
Y a toda esta alteración que mantiene a la Junta como a los partidos en permanentes reuniones buscando salidas que brinden confiabilidad a todos los sectores, se le suma de manera inoportuna, el fatídico virus denominado Covid 19 que azota prácticamente toda la geografía mundial y mantiene en vilo a muchos dominicanos.
Pero a pesar de todo ello, de la interrupción del proceso, de las reuniones en búsqueda de consenso con los partidos para entre otras cosas designar fiscales electorales, del temor al coronavirus, la gente, tomando las precauciones que recomiendan los organismos de salud autorizados, debe cumplir con el deber cívico de votar. Que además de darle cumplimiento al deber ciudadano, represente una respuesta al desastre ocurrido el 20 de febrero pasado, cuando el país parecía que podía coger fuego por las cuatro esquinas.
Sin necesidad de aglomeraciones, saludaderas, besos, y el que quiera con mascarilla, el deber es ir a votar en estas elecciones municipales por la persona de su simpatía. Por quien entienda que puede cumplir sus promesas, continuar líneas consideradas buenas, correctas o aceptables, o que pueda abrir nuevos horizontes en su comunidad. Pero hacerlo con conciencia.
Estos eventos, más que electorales, son acontecimientos u oportunidades para que los ciudadanos puedan expresar sus sentimientos, desahogar sus penurias, castigar o premiar las buenas o malas acciones. Dar demostración de que, a pesar de lo que se diga, la gente tiene conciencia de lo que se ha hecho o de lo que se ha dejado de hacer.
Es una gran oportunidad de los ciudadanos para demostrar que como munícipes, deben y tienen que ser tomados en cuenta por las autoridades que manejan el presupuesto de las diferentes Alcaldías. El momento, tal vez de los pocos en sus vidas, en donde cada ciudadano tiene el mismo derecho que los demás. Cuando el voto del rico es igual al del pobre. El del empresario al del obrero. El del intelectual al analfabeta.
Y eso tiene un gran valor. Porque en un mundo de desigualdades. Cuando las oportunidades son tan disimiles. Donde muy pocos tienen derecho a expresarse y que los tomen en cuenta. Como dijo un gran teórico cristiano: el día de las votaciones es como el del sepelio, solo varían el lugar donde se vota y la funeraria o cementerio que lo entierren. Pero al final es lo mismo. El voto de cualquiera vale igual. Pero hay que demostrarlo votando.