Por ineficacia policial, proliferación del latrocinio

Por ineficacia policial, proliferación del latrocinio

Hemos escrito sobre este tema en alguna entrega anterior al observar como depredadores, simples rateros, hurtaban bienes públicos con el mayor desenfado e impunidad. Esta vez hemos sido nosotros la víctima directa de estos depredadores, que conocedores de la inercia y abulia con la cual en la mayoría de los casos actúa la Policía Nacional, actúan libremente sabedores que no serán molestados o detenidos por esos delitos.

Es una verdad de perogrullo, afirmar que la energía eléctrica en nuestro país es altamente deficitaria. Por eso, el sistema está afectado por constantes apagones, que en muchos casos sobrepasan las diez horas. En nuestra propiedad situada en el Haras Nacionales, los encargados de la misma pensaron, que un apagón había suspendido el fluido eléctrico. Ingrata sorpresa se llevaron al otro día, al comprobar, que los alambres que alimentan sus viviendas, habían sido, no sólo cortados, sino robados en su casi totalidad, respetando únicamente el tramo más cercano a las viviendas. Además, al comprobar lo sucedido, pudieron notar que otros ciudadanos habían sido víctimas de un robo similar, incluyendo parte de las redes de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE).

Los perjudicados, acudieron a poner la querella sobre lo sucedido en la estación de la Policía Nacional en Villa Mella. Allí, el que recibió la denuncia les explicó, que la uniformada no tenía los medios para ir a investigar, que le suministraran un vehículo o los fondos para ellos trasladarse al lugar de los hechos. Al consultarme, recordé hechos similares que le habían ocurrido a conocidos y que al final, sólo tuvieron malos ratos y molestias y no lograron recuperar nada de lo robado, ya que los policías se limitaron a escribir en una libreta de quejas todo lo expuesto por los denunciantes y los hechos al saco del olvido.

En una ocasión, se robaron más de dieciséis kilómetros de cables del tendido que iba hacia la ciudad de Monte Plata. En la ciudad capital, el número de semáforos que han quedado sin energía, por la acción de un grupo organizado de desaprensivos que hurtan los cables que alimentan el sistema, es preocupante. Basta un ejemplo. Al semáforo que está en la esquina de la Avenida México con Máximo Gómez, apenas a cincuenta metros de la Dirección Nacional de Control de Drogas, le sustrajeron el cableado sin que las autoridades hayan podido determinar quienes lo hicieron. Así ha sucedido en otras intersecciones de intenso tránsito, en donde se forma un caos por la falta de este instrumento del control de tráfico.

Habíamos denunciado el robo de las barreras metálicas que en las autopistas amortiguan el golpe en caso de un vehículo derrapar. Asimismo, los ojos de gato son sustraídos por personas que piensan que los mismos pueden ser utilizados para fines, que después de desprendidos, se dan cuenta que no les sirven, pero ya el daño está causado y es imposible de restaurarlos en su sitio original sin un equipo especial para hacerlo.

Ultimamente se ha desatado una ola de robo de piezas metálicas, ya que existen compradores ambulantes, que compran pesado cualquier cantidad de hierros viejos. En la misma situación están las letras y placas de bronce que tienen en sus frentes establecimientos comerciales, academias, fundaciones y museos. En ese sentido, podemos señalar que las placas de la casa de las fundaciones en la calle Isabel la Católica, como las letras del Museo de ╡mbar en la calle Arzobispo Meriño, fueron víctimas de saqueo por estos depredadores y sus desapariciones han quedado impugnes.

Tanto los peatones como los automovilistas, corren un grave peligro de accidentes por el robo indiscriminado de las tapas de hierro colado de los filtrantes que se encuentran en las aceras, calles y avenidas. No han sido pocos los caminantes que han introducido una pierna en un agujero de estos, quebrándose con la consecuencia económica que este mal acarrea. En las calles, no son poco los vehículos, motocicletas y hasta bicicletas, que han tenido una mala experiencia al caer en un hoyo producto del robo de una tapa de filtrante.

El colmo de las sustracciones inverosímiles lo constituye el hecho de la desaparición de siete de las lámparas que iluminaban el puente Juan Bosch. Para ejecutar esta abominable y peligrosa acción, los cacos debieron utilizar escaleras y llaves especiales para remover estas pesadas luminarias. Sin embargo, nadie, al parecer presenció este hecho que debió de ser ejecutado en un lapso de tiempo que permitiera la observación de esta dolosa y peligrosa maniobra.

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