Por Kaisha Patricia

Por Kaisha Patricia

Lo supe en la noche de la ocurrencia. Casi bañada por las lágrimas, Rossy me llamó para que viese la noticia. Una tenue marca rosada se contemplaba en la pantalla. Por suerte no fue filmado el cuerpo exánime de Kaisha Patricia Requena Grullón, pues por sólo contemplar las manchas, mi mujer se estremeció. Unas lágrimas furtivas asomaron a su rostro. Debo aclararles, sin embargo, que mi esposa llora por todos los que fallecen a causa de la horrorosa e inexplicable violencia.

Encomendé esa alma bendita a su Creador. De conformidad con las modernas tendencias del empresariado, esa promesa de vida y pujanza era nada más y nada menos que gerente de recursos humanos en una sociedad mutualista. La posición revela una capacidad tronchada por asesinos inclementes, para los cuales ningún sentimiento humano es concebible. Por eso la encomendé a Dios. Y arrogante como cabe a los seres humanos, me atreví a preguntarle ¿por qué, Señor?

No conocí a la joven tan brutalmente asesinada. Mas me hice a la idea de tantas personas que con dinero o sin él en sus carteras, marchan desprevenidas, ajenas a tanta maldad. Son personas positivas. Gente que cree en su país y que, aún cuando tienen conocimiento de la existencia de una raza de maleantes, se acogen a la autoridad. Apuesto a que piensan que esa autoridad, a la que pagamos para que nos proteja, cumplirá su papel y acorralará a las bandas de asesinos y ladrones.

Kaisha Patricia no podrá ratificar o negar este punto de vista. Al llegar a su vivienda, cansada quizá tras un día de entrega a otra jornada de la aventura laboral, soñaba con un descanso. No pudo cobijarse al techo que la amparó hasta volverse pasto de los voraces maleantes. Su fortaleza de ánimo determinó su resistencia al asalto. Ladrones comunes y corrientes habrían huido del estacionamiento en el cual dejaba su vehículo. Éstos no, porque más que ladrones, son alevosos e inhumanos homicidas.

El cuerpo inerte de Kaisha Patricia, frío ya, no habla. Por ella debe hablar la sociedad que sufre estos asaltos y es víctima de estas agresiones sin paralelo. Por Kaisha Patricia está obligada a clamar un pueblo que contempla la monstruosa conducta de estos terribles asesinos. Por una vida entregada en circunstancias tan acongojantes está determinada a pedir justicia no sólo la familia que llora, sino la sociedad agredida. Porque en el cuerpo sin vida de Kaisha Patricia tenemos que mirarnos todos.

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