«Por la equidad fiscal» y J.P. Stiglitz

«Por la equidad fiscal» y J.P. Stiglitz

DIÓMEDES MERCEDES
Ante el comunicado «Por la Equidad Fiscal» hecho público en la prensa nacional por el sector productivo nacional y con el cual nos solidarizamos, consideremos las más recientes declaraciones de Joseph P. Stiglitz, catedrático de la Universidad de Columbia, consagrado Premio Nobel de Economía, ex-ejecutivo de primer orden del BID, asesor económico del ex-Presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, crítico público de la política fondo-monetarista internacional, quien en la apertura del actual seminario de la Escuela de Periodismo de la citada universidad, a la que asisten connotados periodistas de cuatro continentes, refiriéndose a la forma de aplicación de la globalización opinó que «la idea de que todo el mundo saldrá beneficiado de la globalización es errónea», … que «la forma en la que esta está siendo llevada a cabo debilita a los Estados y les impide ir en ayuda de los más pobres.» Y refiriéndose específicamente a los TLC, señaló: «Los Tratados de Libre Comercio que negocian los Estados Unidos pueden producir algunas ventajas a corto plazo, pero no resuelven los problemas de los países en desarrollo, porque no han sido justos y exponen las economías de los países más pobres (es decir, a todos los demás) a riesgos muy serios.»

En nuestro continente, una cadena de gobiernos renegados e impopulares, favorecidos por los Estados Unidos para que legitimen las políticas que le llevarían a convertirse en el centro absorbente del resto del mundo, y gobiernos que actúan como gobernadores de colonias, enyugan a nuestros pueblos haciendo concesiones honerosas que castran nuestras posibilidades de desarrollar poder económico independiente, gobernándonos con engaños que sacrifican íntegramente a nuestros pueblos, a los que se les destruyen sus estructuras económicas. En el nuestro, el TLC y el FMI son el mazo que nos golpea con graves repercusiones.»

Lo que Stiglitz nos dice y advierte sobre estas instituciones de la globalización y del neoliberalismo, es que en su forma vigente es una arrazadora, que al concentrar y acumular las riquezas del mundo, al controlar la producción, la distribución y el mercado universal, afectará con mayores subdesarrollos y dependencias y por tanto con inéditas pobrezas y deudas sociales a nuestros países; que además, se incrementarán los fuegos sociales y las violencias, como consecuencia de la inequidad, que empujará cada hora a mayor número de personas y países enteros fuera de los resguardos sociales y de la seguridad del autodesarrollo.

Nuestro país no puede seguir embobándose en las costas de nuestros mares, sin prevenirse ante el oleaje de un tsunami social mundial desastroso. El liderazgo empresarial, el religioso verdadero y el político progresista debe concurrir a la estructuración de una estrategia unitaria que ha de tener por guía y base de sustentación un nuevo paradigma del poder que necesitamos, para no seguir a merced de las cadenas que con cada nuevo gobierno crecen, despojando a los dominicanos y dominicanas de sus patrimonios, empujándonos hacia atrás, hacia las barrancas y los barrancones donde del Estado sólo llega la policía con sus órdenes eliminatorias.

Las necesidades de paz, desarrollo, alimentación, salud, trabajo, equidad económica en el orden social, la sed de justicia y de participación democrática, todas inexistentes; impelen a nuestros pueblos a buscar soluciones estatales que reviertan la infravalorización humana, la baja calidad de vida y la humillación a la que nos conduce con sus modos y naturaleza el poder del capital financiero internacional, cerebro y capitán de la globalización.

Está bien claro que al Estado nacional ya nada puede salvarlo y que hay buscar las formas de transcenderlo en un tiempo de integraciones, interdependencias y transiciones. Lo que el sector productivo nacional reclama al Estado y a su gobierno actual sería satisfecho recargando al pueblo impositivamente; y lo necesario es reclamar o imponer una solución integral, procurando un gobierno que sea coherente con el interés de la nación, sin medias tintas, dispuesto a no seguirle la corriente a la política exterior norteamericana como base de sustentación, como ha venido sucediendo. El país entero con su sector productivo adentro, con sus capitales y empresas apoyadas por el capital humano haría unitariamente la diferencia o de lo contrario la debilidad de nuestras divisiones harían naufragar en el mar de las transnacionales a todos y a cada uno; reconvirtiendo nuestras empresas absorbidas por las transnacionales o para ser intermediarios de los excedentes de la producción de estas. El país se quedaría totalmente dependiente de la producción, el capital y los precios foráneos; y con nuestros recursos naturales, capital humano, inversiones y posibilidades sociales destruidas.

Esta situación mantendría al país caminando en la cuerda floja sobre un abismo donde imperará la esclavitud o el infierno de una lucha de clases internacionalizada y de exterminio recíproco sencillamente fatal. Ante ese espectro, sobreponiéndonos a los prejuicios que prevalecen entre las voluntades políticas progresistas y miembros del sector productivo nacional, es un imperativo negociar una unidad que conduzca a un proceso de toma del poder bajo una nueva visión. Tenemos que negociar un pacto social que nos proteja a todos y nos saque del peligro por buen camino. No podemos continuar negociando cada quien particularmente con el poder de turno salvándose a sí mismo y a su equipaje en el barco; ahora debemos ver que si es el barco el que naufraga no hay equipaje personal que pueda salvarse, por lo que sin hacer un motín procede, organizar una nueva ruta con una nueva dotación para conducirlo, para lo que es útil la propuesta de su comunicado de encontrarnos para negociar y concertar una alianza o pacto social patriótico. Que así sea.

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