Por la razón inversa

Por la razón inversa

Las grandes naciones invierten su dinero en aquellos lugares donde hay posibilidades de que sea más rentable. Todos los empresarios invierten con la esperanza de multiplicar su capital, a corto o a largo plazo. Así es la inexorable lógica de la economía. Buscar mercados amplios, con mayor capacidad de compra; o emplear mano de obra barata. La contratación extraterritorial de mano de obra ha hecho posible conseguir ambas cosas a la vez. Producir en un país con salarios bajos y vender en otros con gran poder adquisitivo; trabajar en mercados flacos pero distribuir en mercados gordos. Desde las zonas francas de Bangladesh las mercancías viajan a Londres, París o New York, donde son consumidas.
Nada tiene de extraño que el “proletariado externo” que trabaja en los “países flacos” quiera emigrar a los “países gordos” que le pagan. Los obreros hacen el mismo razonamiento de los empresarios… pero a la inversa: en lugar de trabajar por un salario bajísimo y esperar durante años “la paridad arancelaria”, o la extensión de algún privilegio provisional, optan por vivir entre gordos. A la larga, su moneda local pierde valor, lo cual equivale a una reducción del salario. A la corta, los empresarios nacionales que no resistan la competencia global tendrán que cerrar. Y lanzarán a la calle miles de empleados. Ese es el caso de la industria dominicana del calzado. La “desindustrialización” es una amenaza permanente.
Algunos economistas han descubierto recientemente que la globalización promueve “relaciones de igualdad… entre economías desiguales”. Los países “peso mosca” suben al “ring” a pelear con los “heavy weight”. Son “noqueados” instantáneamente. Pues donan su mercado, bajan el salario, desmontan sus industrias; eliminan los aranceles y extranjerizan la economía.
Los movimientos abruptos del capital producen hoy colapsos de las economías, empobrecimiento de los trabajadores, “expulsión” de las poblaciones hacia lugares distintos de sus países de origen. Luchas étnicas, rechazo xenofóbico o sobre-explotación laboral, son resultados de esa emigración forzada. Los trabajadores de nuestras zonas francas ahorran lo suficiente para “mudarse” a Madrid, a Miami, a Nueva York. “That is the cuestión”. (Hasta aquí un texto de Pecho y Espalda, libro publicado en 2003). Esta situación, agravada dolorosamente por la guerra en Siria, provoca emigraciones masivas.

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