Por la reforma

Por la reforma

La jefatura de la Policía ha dado la respuesta esperada a propósito de la denuncia de que Benito Simón Gabriel, de 19 años, podría perder sus manos debido a las lesiones sufridas por haber sido colgado durante varias horas en la cárcel de Monte Plata.

Ciertamente, por más que se esfuerce, la actual jefatura no estaría en condiciones de modificar, de la noche a la mañana, la distorsionada concepción de lo que es autoridad, que ha predominado en la Policía Nacional desde que fuera fundada.

Con más frecuencia de lo razonable, se producen casos de abuso de poder por parte de agentes policiales contra civiles que ya han sido sometidos a la obediencia. En la República Dominicana, o los delincuentes son los más osados del mundo para liarse a tiros con los policías, o se ha estado abusando de la figura «intercambio de disparos» para tratar de justificar ejecuciones extrajudiciales en un país en el cual no está vigente la pena de muerte.

El distorsionado concepto de la autoridad ha conducido también a la práctica de la mutilación de delincuentes supuestos o reales, a quienes se dispara a las piernas para provocar atrofia permanente, como han sido varios casos registrados en San Francisco de Macorís y de un joven beisbolista de Sabana Perdida. A los policías «especializados» en esta técnica sádica se les denomina «cirujanos».

De manera que, por desgracia, no es nada del otro mundo que en una cárcel cualquiera aparezcan trogloditas con predilección por la tortura y el abuso contra presos, como es el caso que nos ocupa.

[b]II[/b]

La aspiración de la sociedad dominicana es que haya una verdadera y profunda reforma de la Policía Nacional, de manera que la jefatura no tenga que reafirmar con tanta frecuencia el compromiso de sancionar abusos y atrocidades.

Lo que requiere el país es que se reforme la mentalidad de los policías para que desistan de inconductas que van desde los denominados «operativos», que consisten en arrestos indiscriminados para posterior depuración de los sospechosos de nada, que son mayormente jóvenes arrestados en cualquier esquina, hasta las mutilaciones como las provocadas por los «cirujanos» y las torturas al estilo de la de Monte Plata.

Hay en muchos de nuestros policías demasiado proclividad a la violencia y esto, lejos de granjearles el respeto de los ciudadanos, lo que hace es restarles autoridad y confianza.

Reconocemos que la jefatura policial, cuantas veces se producen denuncias como el caso de Monte Plata, dispone la correspondiente investigación y sanciona a los responsables. Esta actitud le acredita méritos a la alta oficialidad policial, en su empeño por castigar las malas acciones.

Sin embargo, el hecho de que continúen produciéndose malas acciones indica claramente que la sanción de los hechos cometidos no necesariamente disuade futuras temeridades.

La reforma de la Policía no es simplemente el enunciado de una ley y sus disposiciones. La reforma tiene que ser la práctica permanente de esas disposiciones con el propósito de moldear la mentalidad de los policías en base a una interpretación adecuada de los alcances de su autoridad como auxiliares de la justicia y de su papel como garantes de la integridad de la sociedad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas