¿Cómo Dios puede hacerse cómplice de violación sexual contra la mujer?
La inmensa caravana vehicular que se deslizaba por varios carriles de norte a sur de la Avenida Winston Churchill, era impresionante.
Con sus luces traseras encendidas, parpadeantes, un trozo de paño azul pálido o gris cubriendo parte de los vehículos, donde se podía leer sin mucho esfuerzo lo que se presumía ser el motivo de la caravana: “Por la Vida”.
Llegando a la entrada de la Funeraria Blandino, para despedir al amigo y colega Dr. Práxedes Ayanes Pérez, aproveché un breve tapón, para bajar intrigado el vidrio delantero izquierdo, haciéndole señales al vehículo vecino para conocer el verdadero el móvil del desfile, ya que por la vida todos luchamos.
Con gran alborozo la joven acompañante esposa, familia o amiga del conductor me gritó lo que decía el letrero: “Por la vida!” Y como no todos pensamos igual, ni luchamos en la misma dirección, sino opuestos, unos de carácter religioso, otros con un pensamiento distinto más realista, más humano y justo, garantizado por la Constitución como un derecho fundamental de toda persona que el Estado debe proteger, así, cerrando mi puño y levantando el pulgar izquierdo muy convencido de mí mismo le respondí: “!Claro, por las tres causales!”.
No sé si me entendió, si supo interpretarme o no le importó, lo cierto es que su vehículo y el mío se separaron en ese instante no solo físicamente, cada quien aferrado a propia causa, ellos aferrados a sus creencias yo sin llegarme a explicar como un Dios justo y verdadero puede solidarizarse y hacerse cómplice de un abuso de poder, de un crimen aberrante de violación sexual contra la mujer incluyendo adolescentes que tiene además derecho a la vida, a ser respetada en su dignidad y en su intimidad como persona humana.