Por los que no tienen nada

Por los que no tienen nada

 MARIEN ARISTY CAPITAN
La noche era espesa. La lluvia caía a borbotones pero él, pensando que su casa le resguardaría de cualquier peligro que le pudiera acechar, dormía sin reparar en lo que sucedía afuera.

De repente, sin embargo, el dolor de una mordida le despertó. Fue entonces, y aunque aturdido por el sueño, que se percató de lo que estaba sucediendo: al estirar la mano fuera de la cama, e intentar incorporarse, se dio cuenta de que el agua rodeaba su cama.

Serían cerca de las dos de la madrugada cuando, más consciente de lo que pasaba, Juan Pablo despertó a su mujer y a sus hijos y salió corriendo de la casa. Horas después, mirándola a lo lejos, comprobó que no le quedaba nada: el agua anegó lo que una vez fue su hogar y, al hacerlo, lo dejó con la certeza de que es ahora aún más pobre de lo que ya era.

Como él, miles de dominicanos despertaron la madrugada del lunes al son de las torrenciales aguas de Noel (un fenómeno atmosférico que volvió a demostrarnos que los dominicanos no estamos preparados para hacerle frente a ninguna situación de emergencia) y tuvieron que hacer hasta lo indecible para salvar sus vidas. Posteriormente, tras reponerse un poco del impacto, llegó la agonía: ¿qué hacer cuando la naturaleza, en sólo unas horas, te ha dejado completamente en la calle?

Esta pregunta, que no se responderá con los colchoncitos o la comida que se entrega en raciones, es la que tiene que hacerse en estos momentos el gobierno. ¿Cómo, en un país en que aún quedan damnificados del huracán David, podremos devolverle algo de dignidad a los que han vivido esta tragedia?

Esa solución, que habrá de buscarse de cualquier manera, debe ir a la par de algún programa que resuelva uno de los más graves problemas que tenemos en el país: el asentamiento de gente en las riberas de los ríos y arroyos, lugares que son potencialmente mortales.

Otro punto importante que se debe tomar en cuenta es que hay que crear un mecanismo de acción que realmente funcione ante estos casos: ¿cómo se entiende, más allá de que Meteorología o el Comité de Operaciones de Emergencias (COE) digan que lo hicieron, que esperan hasta el lunes para comenzar a tomar las medidas de precaución? ¿Nunca pensaron que, en un país que se inunda por cualquier aguacero, diez horas podrían ser tan letales como lo fueron?

Si bien es cierto que desde el sábado Meteorología empezó a hacer advertencias de que habría fuertes lluvias e inundaciones (advertencias a las que la gente, por demás, jamás les hace el debido caso), no fue hasta bien entrado el domingo que se emitió el alerta roja. En ese instante, al menos cuando la noticia llegó a este periódico, Noel estaba pasando por encima de nosotros.

De cualquier manera, si en ese mismo momento se notifica a la población y se evacúa a las personas que están en los lugares más peligrosos, muchas vidas se habrían salvado. En lugar de ello, como era domingo y los «domingos son días de guardar» hasta cuando se avecina la tormenta, las autoridades esperaron hasta lunes.

Hacer un recuento de lo que sucedió después no es necesario. La situación es tan crítica que ha desbordado todas las previsiones. Por eso vemos que a la Secretaría de Educación se le ocurre llamar a reintegrarse a la docencia cuando aún el temporal no ha pasado  motivo por el cual había muchos padres varados con sus hijos en las calles .

Sin ánimo de buscar culpables porque todos tenemos una cuota de culpa al no tomar con seriedad los boletines y alertas que se emiten pensando en que, como siempre, esta vez tampoco pasará nada; ahora lo que urge es ver hasta qué punto llega la capacidad de respuesta del gobierno.

También es de rigor prepararse para las enfermedades y carestías que vendrán cuando bajen las aguas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas