Por orden, disciplina y patriotismo

Por orden, disciplina y patriotismo

Por supuesto que cuesta enorme trabajo, pero es necesario desembarazarse del decaimiento, de una inmensa sensación de derrumbe fantasmal que palpita sobre nuestro territorio como una nube viva y ominosa. No propongo que cabalguemos sobre falsas ilusiones ni que traguemos la palabra «transparencia», llevada y traída por funcionarios y personajes cuya densa opacidad no permite un atisbo de luz, por lo cual ya esa palabra suena a burla e insulto.

No hay nada transparente, porque hasta el caos es confuso, saltarín y mimético, envolviendo neblinas que congelan el alma. Yo me pregunto, ¿habrá alguna forma, una fórmula o elixir mágico que convenza al Presidente Mejía de que su administración ha sido progresivamente ruinosa y que su empeño en permanecer en el poder durante otro período le hace un daño terrible a la República Dominicana? Teniendo en sus manos todos los recursos del Estado y un impensable desenfado en su utilización, no se pueden realizar unas elecciones limpias, ni medianamente pulcras o pudorosas en las tramposerías.

¿Qué de tan malo hemos hecho los dominicanos para merecer este desastre?

Hemos sido arrastrados por el desorden y la apatía. Las instituciones -que siempre han sido anémicas y frágiles en el país- se han derrumbado. Algo como la Junta Central Electoral, que alguna vez fue confiable, con los temores y reservas de lugar, hoy limita su confiabilidad al nefasto PPH. Fuera de la «gente del Presidente», nadie cree en ella. ¿Y cómo pueden realizarse unas elecciones honestas cuando el organismo con poder decisorio está claramente parcializado?

No podemos pretender que los jueces de la Junta carezcan de preferencias y simpatías, pero sí cabe esperar un equilibrio y una disposición de respeto al resultado de las votaciones, lo cual no está a la vista.

En tales condiciones ¿se producirán importantes abstinencias participativas? ¿Quién puede contra el poder corruptor del oro que maneja a su antojo el gobierno como si fuese suyo y no del pueblo -alto y bajo- que lo entrega -más de lo que puede y es justo- para que el Estado lo administre?

Shakespeare escribía en Las alegres comadres de Windsor que «Cuando el oro va delante, todas las puertas se abren» y en uno de sus maravillosos Sonetos para distintos Aires de Música, afirmaba que «La bala de oro derriba torres, castillos y ciudades, por fuertes que estos sean».

Si el señor Mejía, bajo una abrumadora (debería serlo) cantidad de opiniones nacionales y sobre todo internacionales, porque les hacen más caso, abiertamente opuestas a su repostulación, con una carga de sospechas en cuanto al uso que habrá de darle a los dineros del Estado, si el señor Mejía -repito- persiste en su tozudez reeleccionista, le hará al país un daño aún mayor que el que ya le ha hecho.

Que no es poco.

Lo que habíamos avanzado como Nación organizada y lógica, viene a ser como un castillo de arena borrado por una ola feroz.

Unamos nuestros pensamientos en forma positiva para lograr un retorno a la naciente racionalidad que habíamos conseguido tras una historia de dictaduras, de abusos, atropellos y desórdenes.

Del desorden no sale nada bueno. Nunca ha sucedido en ninguna parte.

Es tiempo de orden. De reclamar y exigir orden. De aportar individualmente orden, disciplina y patriotismo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas