¿Por qué cambiar el rumbo del país?

¿Por qué cambiar el rumbo del país?

FIDELIO DESPRADEL
En el pasado artículo hice un llamado a la juventud. ¡La Patria los necesita!, decía. Los necesita porque los dominicanos y dominicanas tenemos que construir una propuesta política independiente, ¡para ¡cambiar el rumbo del país! Decenas de argumentos podrían plantearse para justificar la necesidad de luchar por este cambio de rumbo. Siempre me refiero al tema. Pero voy a precisar algunos de los tantos argumentos fundamentales que he planteado. ¿Por qué la necesidad de cambiar el rumbo del país?

Porque siendo la República Dominicana el país de América Latina que en los últimos 50 años ha tenido el desarrollo promedio más grande de todos los demás países del continente, las inversiones en salud, educación, seguridad social, y otros renglones que componen lo que se denomina Desarrollo Humano, lo coloca en la penúltima posición en relación al resto de los países del continente.

Porque lo mismo ha pasado con las inversiones en el desarrollo tecnológico y científico, en la educación técnica y universitaria, y en los renglones relacionados con el apoyo a la industria, agricultura, pecuaria y artesanía.

Porque estos dos factores, coaligados, han condenado el país al atraso, no sólo del factor fundamental de la producción, como es la fuerza de trabajo sino al necesario avance sostenido de la técnica y la ciencia aplicada a la producción, tanto de alimentos como a todo tipo de mercancías para el consumo de la población y para la exportación.

Porque, como parte de esta concepción y modelo, en nuestro país no se desarrolla esfuerzo alguno para integrar los procesos productivos y sus distintos renglones. El turismo, por ejemplo, a punto de convertirse en el renglón que más divisas le aporta al país, no está integrado a la agropecuaria, a la manufactura y a la artesanía, como parte de una política estatal y de los sectores sociales que propician, apoyan y reproducen el modelo imperante. Esta actitud, producto de un horizonte y de una concepción, se expresa también en la industria de la caña (dentro de la cual podrían desarrollarse otros procesos productivos, como el etanol y la misma producción de energía), y en muchos otros sectores.

Porque el comportamiento de las élites económicas, sociales y políticas ante la crisis que se abate hoy sobre nuestro país, expresada en la actitud ante el inmenso fraude bancario, todo lo relacionado al pago de los impuestos y al contenido del proyecto de reforma fiscal consensuado por monseñor Agripino Núñez Collado, y su actitud ante las anteriores crisis que se han abatido sobre el país, demuestran fehacientemente que dichas élites no van a cambiar la actitud mantenida durante los últimos 40 años, de marginar a las grandes mayorías de las riquezas producidas con su trabajo, y además, descuidar criminalmente todo lo relacionado al impulso y perfeccionamiento del aparato productivo nacional. Esa actitud es su horizonte y concepción. El modelo que resulta de ella es su modelo ideal. Un modelo donde el grueso de la renta nacional se concentra en los reducidos sectores de la banca y los grandes capitales. Y cuando estas élites deciden cambiar el modelo, lo hacen para profundizar la dependencia de nuestro país en relación a las potencias imperiales.

Es necesario cambiar el rumbo del país, además, porque el ominoso cuadro que hemos descrito, que retrata de cuerpo entero a las élites que han gobernado al país desde la intervención militar norteamericana de 1965, sólo ha podido ser impuesto a la Nación sobre la base de la igualación, en su moral y en su horizonte programático, de los tres grandes partidos que han monopolizado la vida política del país en ese período, del envilecimiento de la moral y la ética de todas las instituciones del gobierno y del Estado, de una corrupción e impunidad generalizadas, cuyas excepciones lo que hacen es validar su carácter generalizado; y sobre la base, también, y ello es lo más grave, de pervertir la moral colectiva y de ensalzar y reproducir, por todos los medios, los peores arquetipos morales; en fin, de dañar la moral colectiva y la imagen de la Nación.

Por todas estas y otras razones, se hace necesario luchar por construir una propuesta política independiente, para cambiar el rumbo del país.

Sólo si la juventud dominicana hace conciencia de ello y se apresta a jugar su papel, como lo ha hecho en todas las anteriores etapas de cambio que nuestra Nación ha vivido en su rica historia republicana, será posible aunar las fuerzas, el ímpetu y la frescura necesarias para esa nueva lucha por la independencia y el bienestar de la Nación.

¡Confiemos en nuestra juventud!

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