La sandía ya era consumida hace más de 4.300 años en Egipto, según iconografías halladas en papiros de esa época.
Pero las semillas más antiguas que se conocen de esta planta fueron encontradas en otro país del norte de África, Libia, y tienen 6.000 años de antigüedad.
Un grupo internacional de científicos analizó el ADN de estas semillas ancestrales y descubrió que correspondían a una sandía muy diferente a la que se vende en los mercados hoy en día.
La pulpa de la sandía de 6.000 años era amarga y blanca, y consumirla podía incluso causar la muerte.

Un trabajo de detectives
Las semillas milenarias fueron halladas en un sitio arqueológico llamado Uan Muhuggiag, en lo que es hoy el desierto del Sahara en el sur de Libia.
Para revelar el origen de las semillas los científicos utilizaron técnicas de «arqueogenómica«, el análisis de genomas antiguos.
La arqueogenómica es una «máquina del tiempo» y «un trabajo de detectives», según el investigador colombiano Óscar Alejandro Pérez-Escobar, autor principal del nuevo estudio y experto en análisis de ADN antiguo y orquídeas del Jardín Botánico de Londres, Kew Gardens.
«Cuando uno secuencia restos de plantas que tienen miles de años de antigüedad el porcentaje de éxito es muy bajo, usualmente se puede recuperar uno o dos por ciento del ADN de estas plantas», señaló Pérez-Escobar a BBC Mundo.
«Uno de los aspectos más novedosos de nuestro estudio es que logramos decodificar cerca del 30% del código genético de semillas de 6.000 años de antigüedad de las cuales no se conocía su identidad».
«De todos los restos de plantas de mucha antigüedad que se han caracterizado genéticamente, estos son los más antiguos que se han secuenciado hasta ahora».

Los científicos compararon el ADN de las semillas con el de otras provenientes de Sudán, de unos 3.000 años de antigüedad, y con semillas de herbarios del Jardín Botánico de Kew colectadas en los últimos 150 años.
«Y nos dimos cuenta que las semillas de Libia, aunque están relacionadas genéticamente con la sandía que consumimos hoy en día, eran muy diferentes».
Blanca, amarga y potencialmente mortífera
Estudiando qué genes estaban presentes en las semillas y sabiendo qué caracteres controla cada gen, los científicos descifraron cómo era la sandía consumida hace 6.000 años.
«Fue así que nos dimos cuenta que con un alto grado de probabilidad esta sandía era amarga y su pulpa era blanca«, señaló Pérez Escobar.
La pulpa tenía además «un gran contenido de un compuesto que se llama cucurbitacina, que es lo que da el sabor amargo a algunas calabazas».
«Es un compuesto que si se consume en cantidades importantes puede llevar a la muerte«.
«La cucurbitacina se encuentra principalmente en un grupo de plantas conocido como Cucurbitaceas, que incluye las calabazas, melones y sandías. La toxicidad de este compuesto se debe a una adaptación para prevenir el daño por depredadores».
Aún hoy en día algunas especies silvestres de sandía pueden causar intoxicación debido a su alto contenido de cucurbitacina, señaló el investigador.

Lee más: ¡Hidratar! Recetas para los niños
«Se han registrado casos de intoxicación, o incluso muerte, en Europa y Asia, de gente que ha confundido sandías silvestres o consumido calabazas con un elevado contenido de cucurbitacina».
Los científicos creen que en el caso de la sandía de 6.000 años solo se consumían las semillas.
«A diferencia de la pulpa, las semillas no tienen cucurbitacina, que es extremadamente amarga», afirmó Susanne Renner, investigadora de la Universidad de Washington en Estados Unidos y coautora líder del estudio.
Otro de los autores, Guillaume Chomicki, de la Universidad de Sheffield en Inglaterra, afirmó que las sandías «parecen haber sido colectadas o cultivadas inicialmente por sus semillas. Esto concuerda con marcas de dientes humanos en las semillas encontradas en Libia».