¿Por qué es tan difícil perdonar?

¿Por qué es tan difícil perdonar?

Siempre se habla del perdón y de la sensación de libertad que se siente al perdonar a quien nos hizo daño.
Diversos pasajes de la Biblia, libros de motivación y escritos en general revelan las bondades de perdonar, que van desde despojarse de una enorme carga emocional hasta disfrutar mejor las cosas bellas que tiene la vida.
Sin embargo, para miles de personas perdonar es como “cruzar el Niágara en bicicleta”. Les resulta sumamente difícil, agobiante e irreal el solo hecho de pensar en perdonar a quien hirió sus sentimientos.
¿Por qué? Para la psicóloga clínica e investigadora Iris Bello, perdonar se dificulta cuando en el momento que ocurrió la situación que hizo daño, no se expresó el dolor, el enojo o la decepción que se sintió.
Hay quienes pasan años -e inclusive toda su vida- guardando ese gran rencor hacia otro individuo. Bello expresa que con esto la persona ofendida busca que se entienda que su resentimiento está justificado, y al final, el no perdonar se convierte en un mecanismo que funciona para evitar que le hagan daño de nuevo.
Dice que quienes viven sin perdonar sienten resentimiento, frustración, ira, impotencia y puede que sientan culpa por no ser capaces de dejar ir.
Consecuencias. Lo que muchos desconocen es que la falta de perdón puede afectar no solo la estabilidad emocional, sino también la salud física.
“El estrés que produce no perdonar, y tener en el fondo la idea de la injusticia contra nosotros continuamente, afecta la salud. Se ha demostrado que la tendencia a permanecer resentido agrava condiciones médicas previas, además de debilitar el sistema inmune, aumentar el riesgo de enfermedad cardiaca, elevar los niveles de ansiedad y de desesperanza”, detalla la especialista de Terapia Boutique.
“Yo perdono, pero no olvido”. Esta es una frase bastante popular. Pero, ¿eso es realmente perdonar?
Bello, quien también es especialista en psicoterapia breve para adolescentes y adultos, señala que “perdonar no es sinónimo de olvidar, tampoco es sinónimo de aceptar cualquier cosa que nos hagan”.
Además, no es ignorar las situaciones que nos hacen daño, y mucho menos compartir con personas que nos lastiman, poniendo en riesgo nuestra seguridad y bienestar.

“Perdonar consiste sencillamente en no desearle el mal a la persona que nos ha lastimado y que nuestros pensamientos no se anclen en ese sufrimiento; es decir, perdonar no consiste en dejar de buscar justicia, ni cuidarse, más bien se trata de que esa búsqueda de justicia no se convierta en el desahogo emocional principal ni en el centro de ser de la persona, impidiendo que disfrute de su vida”, explica.

¿Qué es más complicado, perdonar o pedir perdón? Bello responde que todo depende de la situación. Un perdón sincero requiere de un análisis profundo y consciente de lo que se hizo, y no siempre se llega ahí; además, lo que para quien ofende puede ser pequeño, para el ofendido puede ser un mundo.

Pero al final del día, el perdón no es sobre la persona que ofende, es sobre el individuo ofendido. La persona que insulta no necesariamente tiene que saber que ha sido perdonada.
“El perdonar es más importante que el pedir perdón, porque el ser resentido necesita poner distancia emocional para sanar y recentrarse en su vida”, enfatiza.

Sobre si es más sencillo perdonar a la familia, los amigos o la pareja, la terapeuta apunta que no es que haya personas más fáciles de perdonar que otras, según parentesco o convivencia, tiene que ver más bien con una mezcla de lo que se hizo, la condición que lo provocó y las expectativas y el amor que se tenga hacia el sujeto que daña.

Dice que hay decisiones impulsivas, que aunque dolorosas, son más sencillas de perdonar, porque se puede justificar como una reacción a ese momento puntual o a la necesidad.

Sin embargo, es más difícil perdonar acciones donde queda claro que la persona era consciente del daño que iba a provocar y aún así siguió adelante.
Aprender a perdonar. Bello afirma que el perdón es un proceso que no ocurre de un día para otro. Lo primero es reconocer que nos han hecho un mal y aceptar el dolor y la decepción que esto conlleva.

“Esto ayuda a poner distancia emocional y reconocer lo que motivó a que nos hicieran daño y qué pudimos haber hecho nosotros que favoreció esa situación, aunque no seamos culpables ni responsables”, precisa.

Asimismo, hay que reconocer que duele y luego tomar la decisión consciente de perdonar, que no es más que no hacer cosas que puedan hacer daño a la otra persona, o que se alejen de nuestros valores.

Esto no quiere decir que no haya rabia, tristeza, ansiedad, ni malestar; sentir esto es parte del proceso y a medida que nuestra atención se vuelva a fijar en nuestra vida y lo que hacemos en el presente, esas sensaciones y pensamientos se irán reduciendo.
Bello revela que “perdonar es una acción liberadora. Alivia el estrés… Es recuperar nuestra vida, desprendernos de lo que ocurrió y centrarnos en lo que tenemos, ¡y puede suceder! Perdonar conlleva una cuota de esperanza”.

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