¿Por qué es tan popular El Gabo?

¿Por qué es tan popular El Gabo?

ELOY ALBERTO TEJERA
Para los que creen que la literatura es un arte de seres aislados, los invito a reflexionar en torno al acontecimiento artístico literario llamado Gabriel García Márquez, alias El Gabo. Nunca un alias había sido pronunciado por tantas personas con mayor efusión y ternura. La gente dice Gabo y es como si una quinceañera acariciara su peluche preferido. El afecto que siente por él su público no tiene nada ver con ese amor «light» de las telenovelas mexicanas  que dura algunos capítulos  o por el cariño que reciben los políticos cuando están en el poder y son aplaudidos o vitoreados por las masas irredentas que esperan favores o cargos. Más que a poder, El Gabo huele a ser, y se le quiere ya que ha puesto a soñar a muchos, y esos muchos son agradecidos, porque él ha hecho parecer que las palabras en su puchero del decir parezcan recientes.Decía un escritor que para escribir bien hay que ser humilde. Y García Márquez lo ha sido en grado extremo. La humildad con que cuenta la ha traspasado a la forma cómo vive. Por eso tanta humanidad se siente tan identificada con él, por eso quieren abrazarlo, obtener de él un autógrafo para los libros que guardan en sus casas o para los que han sido recién comprados. «Yo no he inventado nada», dice con aire inocentón, mientras va en un tren haciendo todo el recorrido que lo conduce por el pueblo de Aracataca.

García Márquez es como los libros geniales. Quien los tiene cerca quiere tocarlos, abrirlos, acariciarlos, llevárselos a casa, olfatearlos, hundirse en los intersticios amarillos de sus páginas. Penetrar ese extraño olor que solo acumula lo mucho tocado, lo vetusto, lo guardado con amor. Nada tiene de misterioso que a Gabo lo amen. Algunos se preguntan, ¿por qué la gente común quiere tanto a Gabo, como si fuese una estrella de cine? El Gabo ha hecho soñar a los lectores, porque él ha soñado. Y la gratitud la expresan cuando buscan el autógrafo, cuando quieren fotografiarse con él, para tener constancia de que ese hombre genial que ha escrito las maravillosas páginas de Cien años de soledad no es un duende. Que es un hombre de carne y hueso. Por eso la similud mental que hacen sus admiradores con las estrellas de cine: Gabo está más allá de lo normal y la carne. La adoración hacia él es un capítulo que se escribe solo.

Haber logrado que se acuñe el término garciamarquiano para identificar situaciones o circunstancias es la mayor proeza que puede lograr un creador. Y El Gabo lo ha hecho. Como lo hizo Borges. Como lo logró el cronopio Cortázar. Fíjense que eso no lo ha hecho Mario Vargas Llosa, quien en la cruda técnica ha cimentado sus castillos literarios últimamente.

Después de una vida dedicada a hacer soñar a los demás con sus fantásticas historias, después de haber estar sometido a la dictadura del silencio por meses mientras escribía, es justo que El Gabo se dé un largo paseo a través de Aracataca, y que salude a sus seguidores, que vea a algunos de sus personajes, y sobre todo en compañía de su amada esposa, que creyó en él en la época en que Cien Años de Soledad no era más que un manuscrito, y el éxito, un imaginario lejano del escritor colombiano…

A fin de cuentas, la literatura es el extraño éter, que más que aislarnos, nos relaciona con el mundo, nos hace saber que existe el otro, que existe un mundo distinto que existe en silencio, pero más que todo que existe el poder de soñar y escapar de las miserias diarias. Los hombres como García Márquez no mueren. Simplemente el sueño se los lleva, como se lleva a uno sus páginas. El Gabo les permite a esos miles de lectores que lo aman hacer la vida un poco menos dolorosa, aunque sea por instante. Porque hay que recordar que el paraíso, no es un lugar, sino un instante, a veces de lecturas, a veces de roces femeninos. Nada hay más popular que el silencio, y sin embargo no hace bulla. Así García Márquez: inmenso en su arte, pero pequeño y apeluchado para el público que lo idolatra. Hay quien tiene solo lectores. Hay quien tiene lectores y público amante. El Gabo es uno de ellos. ¡Viva su popularidad! ¡Vivan las páginas que ha escrito!

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