¿Por qué la energía para el pueblo sigue siendo un sueño?

¿Por qué la energía para el pueblo sigue siendo un sueño?

POR ANDY WEBB-VIDAL
Belkis Miranda no tiene necesidad de apagar las luces cuando se va a dormir en su casita con techo de zinc en Los Mina, un barrio pobre de Santo Domingo.

A la una de la madrugada las luces, el televisor y el refrigerador se apagan todos “automáticamente”, al igual que ocurre en la mañana y al mediodía. Las luces en todo el barrio también se apagan.

“A veces pagamos la cuenta, pero entonces nos cobran la electricidad que no consumimos, y por eso nos negamos; hacemos huelga”, dice la señorita Miranda, mientras tres niños la rondan a sus pies, en esperando su comida.

En el otro extremo del espectro social, en hoteles “chic” de Santo Domingo, los huéspedes se ven de pronto en la oscuridad, al menos dos veces al día, durante unos pocos minutos antes de que los generadores diesel instalados en el sótano echen a andar.

Las interrupciones de energía recurrentes son un elemento de la vida en República Dominicana. La señorita Miranda y millones de personas como ella sufren, como promedio, 2,000 horas al año sin electricidad -casi una cuarta parte del año.

Esto es cerca de 1,300 veces más que en Estados Unidos, donde los apagones se producen solo 90 minutos al año, como promedio, y 10 veces peor que en cualquier otro lugar de América Latina, donde la energía se interrumpe 200 horas al año.

La situación abismal de la energía en República Dominicana constituye una tremenda irritación para los pobres y los pequeños negocios, un desafío financiero importante para las empresas, y un enorme dolor de cabeza para los autoridades.

Sin embargo, se trata de un círculo vicioso. Las compañías generadoras tienen capacidad instalada suficiente, pero cesan el suministro a los distribuidores cuando estos dejan de pagarle. Los distribuidores no pueden pagar porque no pueden cobrarle a todos los consumidores, y los consumidores se niegan a pagar porque el suministro es errático, o porque tampoco cuentan con el dinero.

Tito Sanjurjo, gerente general de EGE Haina, que puede generar hasta 650 MW, o cerca de 20% de los 3,200 MW de capacidad instalada en el país, dice que las prioridades son marcadamente diferentes a las de otros países.

“Normalmente, si usted es un generador quiere ver que sus clientes utilicen tanto de la capacidad como sea posible. Mientras más utilice, más feliz usted se siente”, explica él. “Aquí nuestra actitud es diferente. Realmente tenemos que pedirles que ahorren, porque lo que queremos es que tomen solo lo que pueden pagar”.

EDENORTE y EDESUR, los dos mayores distribuidores del país, que pertenecen al Estado, han acumulado deudas que los tienen prácticamente en la quiebra, y les hace casi imposible pagarle regularmente a los generadores.

 “Los apagones se producen sencillamente porque la compañía no tiene dinero para comprar energía”, dice Manuel Suárez, gerente de EDENORTE. Las deudas de los distribuidores, que totalizan US$400.0, se han empeorado a pesar del flujo continuo de subsidios del gobierno al sector de la energía. Una de las causas, dicen las generadoras, fue que una “capitalización”, o privatización parcial, un programa de la primera administración del presidente Leonel Fernández, a finales de los años 90, quedó inconclusa.

“Llevó a una sobre-inversión en el sector de generación y déficit de inversión en las distribuidoras”, dice Rolando González-Bunster, presidente de EGE Haina. “La situación se agravó entonces por el forcejeo político”.

Gobiernos sucesivos han encontrado que mantener los subsidios a la electricidad es un imperativo político. Sin embargo, no tiene un impacto duradero en el mejoramiento de los agobiantes problemas de la energía.

Vicente Bengoa, el ministro de Finanzas, dice que el gobierno entregó 17,5 millardos de pesos, o US$530.0 millones en subsidios al sector de la electricidad el año pasado, cerca de la misma cantidad del presupuesto nacional de la Secretaría de Salud.

Aunque la incidencia de la pobreza en República dominicana está a la par de otros países de la región, las graves interrupciones del suministro de energía local han fomentado la energía de la falta de pago entre los consumidores.

Los distribuidores estatales recaudan, en algunos casos, no más de 40% de la electricidad que le envían a los consumidores, la tasa más baja en América Latina.

Los problemas llegaron al nadir bajo el presidente anterior, Hipólito Mejía, quien echó atrás reformas, congeló tarifas, y extendió los subsidios a la industria pesada. La crisis bancaria y la recesión económica se sumaron a las dificultades.

En 2003, Unión Fenosa, de España, se vio obligada a vender su participación de 50% en EDENORTE y EDESUR al gobierno, mientras AES Dominicana vendía su distribuidor EDE-ESTE a Trust Company of the West, un fondo de inversión.

Pero con la economía decreciendo de nuevo y el regreso de la confianza de los inversionistas, el señor Fernández ahora se vira hacia el sector energético.

El señor Fernández ha aplazado los subsidios y el gobierno ha estado examinando una opción para introducir tarifas “flotantes” que se ajustarían automáticamente en línea con los precios mundiales de la energía y la tasa de cambio, una recomendación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

“Lo primero que hicieron que mejoró grandemente la situación fue establecer una tarifa suficientemente elevada en dólares pare reflejar el costo real de la generación”, dice el señor González-Bunster. Los funcionarios también están analizando la posibilidad de importar gas natural licuado barato de Qatar. AES, la compañía de energía de EEUU, construyó AES Andrés, una moderna terminal y planta de generación de LNG. Cerca de 84% de la capacidad de generación en República dominicana es termoeléctrica.    

Otra solución al problema de la falta de pago y el robo de energía, dice el señor González-Bunster, sería instalar metros pre-pagados, una política que ha tenido mucho éxito en Africa del Sur.

No obstante, los generadores dicen que mientras más tiempo se mantengan los problemas financieros del sector energético, más difícil será arreglarlo debido a cambios estructurales, que han echado raíz, mientras los usuarios buscan sus propias soluciones. 

El suministro irregular ha impulsado a empresas, fábricas y otros altos consumidores de energía, que normalmente pagarían tasas mucho más elevadas, a instalar sus propios generadores y desconectarse de la red nacional.

Este fenómeno se ha exacerbado con la expansión de la industria turística. Las instalaciones turísticas con el sistema “todo incluído” en las costas, no tienen esperanzas de retener a sus visitantes si las luces del “disco” no funcionan, y si la comida está fría.

Manuel Pérez Dubuc, presidente de AES Dominicana, que invirtió US$850.0 millones desde 1997 y ahora tiene el 20% de la capacidad de generación del país, dice que este cambio le ha complicado más las cosas a los distribuidores.

“Los clientes más grandes e importantes han construido sus propios sistemas de generación y su propia distribución. Son sistemas aislados”, dice el señor Pérez, mientras insiste en que República Dominicana tiene que recordar que, además de operar como un negocio, un sistema nacional de electricidad tiene una función social.

“Si usted tiene a los pobres como parte del sistema, su destino es el fracaso”, afirma. “Al igual que en un fondo de pensiones, todo el mundo tiene que contribuir”, agregó. 

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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