Una mejicana víctima de violencia masculina dice desgarradoramente: “Tiene que haber algo para que dejen de matarnos”. Ocurre en muchos países, inclusive en la civilizada Europa. No hay estudios que expliquen adecuadamente este mal endémico, en cambio proliferan los clichés sobre el machismo, la falta de valores y demás. Cuando niño, era tabú, cobardía, poca hombría golpear a las hembras. No se ha explicado satisfactoriamente qué hace que un hombre decida matar a la mujer que ama apasionadamente, siendo capaz de “dar todo por ella”, según dice; qué matriz de elementos culturales, psicológicos, económicos y circunstanciales se agolpan en la mente de un individuo que decide matar al ser amado y quitarse él mismo la vida, luego de probablemente procurar alguna solución al conflicto que lo angustia. ¿Qué define ese conflicto? Los estudiosos están obligados a soslayar explicaciones trasnochadas e inconducentes. No basta con llenar diarios denunciando y maldiciendo, clamando por acciones judiciales que se muestran inoperantes. “Tiene que haber algo que pare eso”. Debemos esforzarnos para entender qué es lo que causa este fenómeno, averiguar cómo es que una mujer llega a ser tan importante en la vida de hombre que él no puede concebir la vida sin ella; qué es “eso” que significa ella en su vida y existencia. ¿Hay acaso una idolatría generalizada de la mujer, de “la amada”, “la deseada”, que puede ocupar y obnubilar totalmente el entendimiento del varón quitándole su capacidad de raciocinio y deseo de continuar viviendo? ¿Existe en nuestra cultura una mitificación de la mujer que la convierte en “el eje” que equilibra el psiquismo del varón y da sentido a su vida? ¿Hay en la psique de determinados varones un déficit afectivo, conflictos irresueltos en la relación con su madre? ¿Cómo afecta la relación con papá o su ausencia en la manera cómo tratará a su amante? ¿Hay acaso una simbología inconsciente que combina la fidelidad, la pureza y otros valores y los conecta con determinadas figuras religiosas, sagradas, idealizando a la mujer y no admitiendo de ella la menor desviación del ideal “idolizado”, sacralizado, en el cual ella se convierte para él? ¿Qué tanto existe o persiste un patrón de estatus masculino que desvaloriza al hombre si pierde la mujer que él escogió para hacer su compañera? ¿Qué tan frágil se hace el “rol de proveedor” del varón la precariedad económica en determinados estratos, y en consecuencia destruye la auto estima de él cuando falla, o cuando ella provee mejor que él. Algunas estadísticas muestran correlación entre precariedad económica, divorcio y violencia en la pareja. De hecho, muchas mujeres son víctima de sus ex parejas. ¿Ocurre igual en todos los estratos, creencias, forma e intensidad de prácticas religiosas? ¿Y el amor, el romance, el folklore tradicional, bolerista y bachatero, nos llevan a entender el maleficio? Estas son solo algunas de las preguntas que los especialistas deben responder, para luego diseñar modelos de diagnóstico e intervención, para organizar la acción estatal y societal para que algo detenga esta “matación” de cada día.