Estimados inversores, Quiero darles una actualización y compartir algunas buenas noticias: el Bubble Opportunity Hedge Fund ha subido más de 22 por ciento este año gracias a nuestras importantes tenencias de bonos gubernamentales a largo plazo, bitcoin y bienes inmuebles urbanos.
Está bien, en realidad no dirijo un fondo de cobertura. Pero en 2017 bromeé en Twitter que alguien debería crear una cartera que constara de activos que los expertos consideran una burbuja. La premisa era que la gente siempre llama a las cosas que crecen rápido una burbuja, y la mayoría de las veces esas advertencias son incorrectas, por lo que tiene sentido meterlas en una cartera de inversión.
Paul McNamara, quien dirige un fondo de cobertura real en GAM Holding, siguió adelante con la idea y construyó una cartera hipotética de activos considerados como burbujas con Netflix, Tencent Holdings, Tesla, una firma canadiense de inversión en departamentos, una compañía inmobiliaria de Londres, el fideicomiso Grayscale Bitcoin, el bono argentino a 100 años, bonos del gobierno japonés, bonos del Tesoro de EU de largo plazo con cupón cero, ya sabes, todas las cosas que la gente ha llamado sobrevaloradas durante años. Algunas de esas posiciones han explotado, pero en general, el rendimiento ha sido sólido.
Es un hecho que desde la crisis financiera la gente ha afirmado que estamos en una burbuja u otra. En 2010 había múltiples advertencias de que se estaba formando una nueva burbuja puntocom o de que los bienes raíces canadienses estaban en una propia. En 2011 hubo alertas de una burbuja de Bitcoin. Llamar burbujas es un deporte popular, incluso si ganar con esos activos es más difícil de lo que parece.
Pero, ¿por qué es tan popular llamar burbuja a prácticamente todo? Como menciona Mark Dow, trader y cerebro detrás de la cuenta de Twitter @BehavioralMacro, hay un elemento agradable de infalibilidad al llamar a todas las cosas una burbuja. «No puedes comprobar que algo no es una burbuja», dice, «porque mañana ‘podría ser el día’ y siempre hay un mañana». Además, el mundo tiene, en palabras de Dow, «miopía de desastre». El ciclo económico está impulsado por los mercados financieros y la crisis de 2008 aún está grabada en la mente de las personas, y la burbuja es la metáfora más fácil y vívida de usar. Helene Meisler, columnista del mercado de valores activa durante cuatro décadas, ofrece explicaciones similares: «Siempre he creído que somos producto de la era en la que crecimos en el mercado.
Por ejemplo, las personas que crecieron en los setenta siempre están alertas de la inflación. Aquellos que lo hicieron en los ochenta buscan señales de un ‘crash’ en el mercado”. Cuando le pregunto a McNamara qué lo impulsó a armar una cartera con ‘activos burbuja’ dice: «Como alguien que trabaja en los mercados, he aprendido por las malas que demasiadas veces cuando el mercado está valorando algún activo de forma aparentemente extraña, ocurre que a) el mercado tiene razón o b) incluso cuando el mercado está equivocado, es difícil tomar la posición contraria”.
El inversionista también ve un elemento moralista muy grande entre los que acostumbran a alertar sobre burbujas: no es divertido ver a los pecadores disfrutar. El coro sombrío se vuelve cada vez más fuerte a medida que la crisis financiera se desvanece en el pasado. Hablar de burbujas, añade McNamara, es especialmente común en el grupo de personas que acertaron sobre la crisis de 2008, pero que erraron de manera importante cuando alertaron de una caída adicional en forma de impagos pasivos, depresión e hiperinflación. En la visión de esas personas, las valuaciones elevadas de activos actualmente solo se pueden sostener porque el mercado está ‘arreglado’ por la Reserva Federal y otros bancos centrales.
El comentario de McNamara acerca de la tentación de llamar a algo una burbuja solo porque el mercado valúa las cosas de manera extraña nos remite a la era actual y el mundo de las tasas de interés negativas. El concepto de prestar dinero y recuperar menos de lo prestado se siente raro. Dado que los rendimientos de los bonos caen cuando los precios se incrementan, las tasas negativas significan que las personas están pagando mucho por ellos. Así que, ¿la burbuja es real esta vez? El problema, según Dow, es que por mucho que los bonos hayan recuperado valor, no se ve a muchas personas comprándolos para volverse ricos (como sí lo han hecho algunos que han invertido en acciones, bienes raíces y bitcoin).
Cuando me pidieron escribir este artículo estaba nervioso. No quería que el texto hablara sobre la locura de llamar a los activos una burbuja, y que al día siguiente reventaran y quedara como el economista Irving Fisher, quien proclamó en 1929 que las acciones permanecerían al alza permanentemente. La Gran Depresión comenzó una semana después.
Así que todo esto no es para decir que los riesgos no existen. William Cohan escribió un artículo para The New York Times argumentando que hay una burbuja gigantesca en el mercado de deuda y que la Reserva Federal estadounidense debe aumentar urgentemente las tasas de interés para reventarla antes de que las cosas se salgan por completo de control. Comparó la situación actual con las hipotecas antes de la crisis financiera.
Sin embargo, no queda claro que ‘burbuja’ sea el término adecuado en este caso. Srinivas Thiruvadanthau, un estratega en el Jerome Levy Forecasting Center, dice que los riesgos son reales, pero la descripción no lo es. “¿Hay un crecimiento insostenible en el apalancamiento? Sí, ¿pero por qué no decirlo de esa manera?” Su definición de una burbuja es simple: ocurre cuando la gente compra un activo únicamente por la expectativa del incremento en su precio y de que su valor se multiplicará a lo largo del tiempo.
Dinámicas
Debido a que los bonos tienen un fin preestablecido y un retorno más o menos predecible si los mantienes durante todo el plazo, es difícil que generen las mismas dinámicas de una burbuja que se pueden observar en el bitcoin o las tecnológicas. Claro, es quizá una causa perdida que las personas dejen de usar la palabra ‘burbuja’ cada vez que los precios de algún activo aumenten. Las burbujas son fascinantes. Mi favorita es el ‘boom’ de los terrenos en Florida en la década de 1920. Quizá tener una burbuja favorita es parte del problema. A la gente le gusta decir que aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla, pero otra verdad relevante para los inversionistas es que aquellos que sí aprendieron de ella están condenados a pensar que se está repitiendo.