¿Por qué llegan los venezolanos?

¿Por qué llegan los venezolanos?

Una altísima proporción de los venezolanos que se están estableciendo en el país tienen en la catastrófica situación política el argumento esencial de su desplazamiento masivo. No obstante, los niveles de inseguridad y el factor inflacionario no sólo le expulsan, sino que podrían dilatar y/o posponer su anhelado retorno a la Venezuela del crecimiento, tranquilidad y procesos electorales democráticos y competidos entre Acción Democrática y COPEY.
Para un mayor nivel de entendimiento de las causas del actual deterioro de la sociedad venezolana se debe colocar en contexto el famoso Pacto de Punto Fijo como una modalidad de alternativa plural y participativa que desde 1958 garantizó cambios de partidos pero la pobreza y desigualdad se profundizaron, creando el caldo de cultivo de un modelo político exitoso expresado en la victoria de Hugo Chávez Frías. Lo dramático del experimento nacido de las urnas en el año 1999 es que su discurso redentor galvanizó los tradicionales sectores marginados para darle paso a una nueva “clase dirigente” con resentimientos acumulados y sed por hacer del ejercicio del poder un espacio de fragmentación ciudadana y retaliación constante. Allí la cura salió peor que la enfermedad!
Los venezolanos que llegan a la República Dominicana saben que las dificultades de acceso hacia Europa y Estados Unidos los conduce hacia la opción nuestra porque la coincidencia en el lenguaje, la similitud de ambas sociedades y lazos históricos provocan niveles de aceptación y tolerancia que se podrían disparar en la medida que se masifique su presencia. Y hacia ahí vamos.
Más allá de la carga prejuiciada, los modelos de masificación migratoria obligan al estudio objetivo del fenómeno. En el caso de los dominicanos, excelentes trabajos de académicos como Jorge Duany, Ramona Hernández y Silvio Torres sirven para abordar desde una perspectiva rigurosa las tendencias y presencia de nuestros compatriotas en Puerto Rico y New York. Por eso, cuando Junot Díaz o Julia Álvarez conquistan a los lectores anglosajones con sus producciones literarias están provocando la visibilidad del grupo migrante. Visto así, los dominicanos no podemos constituirnos en campeones de la impugnación de franjas extranjeras que se establezcan en nuestras tierras debido al histórico padecimiento del modelo de salida de compatriotas que desde el año 1965 comenzaron a llegar a la ciudad de New York en busca de mejor suerte.
El venezolano que aterriza aquí debe de aprender una regla esencial de legitimación de los flujos migratorios: ningún grupo adquiere validación en la sociedad receptora libre de prejuicios. Y los dominicanos conocemos la materia perfectamente. Caminar por las calles de Washington Heights, sin que los clásicos newyorkinos piensen que su antiguo Sugar Hill ha sido tomado por la estridencia del merengue y la bachata. Visitar el barrio de Cuatro Caminos, en el corazón madrileño y provocar la reacción distante del transeúnte español que observa en las barberías del barrio y las mulatas sureñas las causas de “regresión” del vecindario. Además, en Santurce y Barrio Obrero, los nuestros profundizaron el estigma de mal creer que todos los que allí llegaron lo hicieron derrotando las aguas turbulentas de Miches.
Cuando los dominicanos poblaron el Barrio de San Martín en Caracas, y nuestra gente comenzó a mudarse al sector de Capuccino, nunca imaginaron que aquella sociedad que los recibió en los años 80, expulsaría en masas a gente que la crisis económica les redujo su poder adquisitivo y la brutal ausencia de valores democráticos los hizo llegar hasta aquí. Bienvenidos, chamos!

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