En cada nuevo lanzamiento de autos, las líneas pierden singularidad y siempre hay algo que recuerda otros modelos ya vistos, eso nos da la sensación de que a los diseñadores se les han acabado las ideas y que los nuevos autos ya perdieron su identidad, pasando hacer parte de un producto consumible y de estar lejos de diferenciarse de otros modelos.
Básicamente eso es porque los diseños pasan por épocas y tendencias, donde se hace fácil confundir modelos de distintas marcas, pero contemporáneos en periodo.
Como ejemplo, elija un año antiguo y busque fotos de automóviles producidos en esa época, y se darán cuenta de una tendencia de diseño bien marcada.
En el pasado había algo más de audacia en los diseños, se podía apreciar una personalidad más determinada y había más atrevimiento por parte de las marcas a experimentar nuevos conceptos, cosa que hoy a menudo no sucede.
Hoy en día la respuesta de las marcas a las nuevas tendencias es básicamente económica. Los márgenes de utilidad se han reducido y los costos de producción aumentaron relegando los fabricantes a producir productos más fáciles de vender y de una cobertura de público más amplia. Por esa razón las grandes instrumentaciones y los diseños audaces se han perdido en el tiempo, el purismo automotriz no es lo que vende y mantiene las marcas a flote, sino que se trata de cuán práctico es el producto.
Los diseños evolucionaron y responden a las preferencias de los consumidores, más que a la espectacularidad que pueden sorprender. Las marcas ya no se dan el lujo de experimentar más allá de los prototipos, los modelos con más personalidad se han relegado a marcas de producciones muy limitadas. La producción en masa ha limitado a las marcas a la eficiencia y al matiz de productos versátiles, relegando el arte de producir bellos automóviles que expresen libertad a un concepto perdido en el romanticismo.