¿Por qué los hombres matan a las mujeres y luego…?

¿Por qué los hombres matan a las mujeres y luego…?

Los hombres que matan las mujeres y luego se suicidan son unos rotos emocionales que viven entre las tensiones cotidianas de unas relaciones de pareja mal manejadas: agresiones verbales, físicas, manipulaciones emocionales y económicas de la “compañera” y amenazas a la familia y desprecio por el entorno social. En ese heterogéneo ambiente se encuba, de manera multicausal, una agresividad homicida y autodestructiva que, cuando estalla, siembra el desconcierto, como en el caso de la abogada petromacorisana Anibel González.
Las estadísticas, etiquetas de género, fórmulas sicológicas y siquiátricas y medidas coercitivas penalistas, actuando como discursos y acciones sin un punto de encuentro que articule un mapa de georreferenciación de los indicadores o “riesgos homicidas” de cada caso, para establecer, previo minuciosos estudios de los antecedentes, si los hubiere, penales o policiales, conductuales, que contribuyan a crear el perfil “sociópata o sicópata” del individuo, podríamos organizar gradualmente una base de datos preventivos para identificar, en cada caso, la escala de riesgos homicidas y potenciales suicidas dentro de los hogares dominicanos y aplicar “los medicamentos” para que ese machismo impotente y cuchillero vea en la mujer a una compañera.
El periódico El País publicó en julio de 2017 un reportaje de la periodista Patria Ortega Dolz, con el título que he tomado prestado: ¿Por qué los hombres matan a las mujeres? En donde dan a conocer los primeros avances y resultados de un proyecto de investigación en el que 500 personas, expertas en diferentes áreas, revisaban, uno por uno, cientos de “homicidios de parejas” con el propósito de predecir los factores causales, en un país con una media anual de 60 feminicidios para una población de 45.8 millones, en 2019, que comparada, en igual período a una República Dominicana con 10.5 millones de habitantes, y con un promedio anual de feminicidios de 96 mujeres asesinadas por su pareja, de 2005 a 2017.
Porcentualmente, visto el número de habitantes versus el promedio de feminicidios, República Dominicana supera a España 4 veces y algo más; sin embargo, para los españoles los homicidios de pareja son un fenómeno altamente alarmante por su idiosincrasia constante y compleja.
Patria Ortega Dolz explica que, desde la Secretaria de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior, aplicaron métodos científicos a la violencia de género para averiguar qué detona cada crimen. Implicando a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (Policía y Guardia Civil), al Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, a la Fiscalía, a Instituciones Penitenciarias, a catedráticos de universidades y a alumnos de postgrado de psicología y criminología de toda España, y a colegios de psicólogos y anatomía forense. Se propusieron revisar pormenorizadamente al menos 200 casos, ocurridos entre 2010 y 2016 ya condenados, para sacar conclusiones que permitieran prevenir estos homicidios.¿Por qué no potenciamos esas investigaciones en el país? No tengo respuesta.
Cuando se miran individualmente los casos de mayor notoriedad mediática a nivel nacional salen a la luz los memoriales de agravios que explican no solo cómo las mataron, si no el porqué, qué sucedió, qué pasó en esos días, meses y años anteriores, por qué ellas continuaron durmiendo con el enemigo, con la muerte disfrazada de “pareja”; en tanto las familias y la sociedad no actuaron de forma predictiva y prefirieron conducirse como observadores pasivos: que solo ven, pero no dicen ni hacen nada.
A esa angustia e incertidumbre de muerte se agrega, como en el caso de Anibel, la perversidad de los actores del sistema judicial (abogados, fiscales y jueces) que, dado el poder económico del agresor, éste se aseguró de “torcerles el pulso” para variar calificaciones, lograr sentencias violatorias de los procedimientos y conseguir acuerdos jurídicamente improcedentes, que anularon los principios de legalidad, en un concierto que dio lugar al crimen calificado de la joven abogada.
Oh, Dios, ¿y cómo pueden dormir tranquilos hombres y mujeres que, desde los bufetes, estrados y los despachos judiciales, traman tan horrible crimen?

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