¿Por qué los precios no bajan?

¿Por qué los precios no bajan?

¿Monopolio? ¿Especulación? ¿Confabulación? Siempre puede haber algo de eso en ciertos bienes y servicios, pero no solo en el sector privado. Por ejemplo, las autoridades presionan a los negocios para que bajen sus  precios al consumidor ya que tanto el petróleo como las materias primas se han desplomado.

Sin embargo, las distribuidoras de energía, mayormente estatales, no han bajado las tarifas eléctricas, cuando los generadores, parcialmente estatales, pagan la mitad del precio que pagaban cinco meses antes por el bunker que usan. 

Los precios de la gasolina y el gas debieran estar 30% más bajos de acuerdo a la fórmula para el ajuste de los combustibles establecida en la ley.

Si embargo, las autoridades se resisten a ello, argumentando que están recuperando lo que el fisco perdió durante la campaña electoral cuando congeló las tarifas eléctricas y pospuso parte de los ajustes al precio de los combustibles.

¿Pero qué mueve a muchas industrias, agroindustrias y comercios a no bajar los precios en proporción a como lo han hecho las materias primas y el petróleo? Simplemente, porque las expectativas mueven a lo contrario y no todo lo que brilla es oro.

Por ejemplo, hay fuertes demandas de ajuste salarial que tendrán que ser satisfechas tarde o temprano por el sector privado, lo que elevará sus costos fijos.

Además, el peso se ha depreciado en casi un 8% en los últimos meses y lo seguirá haciendo en el futuro inmediato.

Por otra parte, el costo del dinero se ha duplicado en los últimos cinco meses, con la agravante de que el crédito se ha restringido, lo que dificulta reponer inventarios a tiempo si las ventas están expuestas a retrasos en el pago de los compradores. Aquí el que no vende con créditos de 30 o 60 días, no vende.

El otro problema es el precio de la electricidad. Los largos apagones obligan a las empresas a utilizar plantas de emergencia que elevan sus costos. Muchas de esas plantas explotan por el sobre-uso, afectando las producción, las ventas y los servicios y requiriendo mayor capital para reponerlas o repararlas. 

Finalmente, cuando los precios de las materias primas comenzaron a subir en forma muy repentina y siguiéndole el rastro al precio del petróleo, muchas empresas acumularon grandes inventarios previendo que esta escalada podría seguir por tiempo indefinido.

Los bienes que se producen con estas materias primas caras tienen que venderse caros o la empresa se descapitaliza ante los efectos de una mayor devaluación y el aumento en el costo del dinero.

Esas expectativas negativas son producto de los desajustes que afectan nuestra economía y el empresario que no las tome en cuenta durará poco en su negocio.

A su tiempo, todo bajará de precio gradualmente, sin presión y amenaza de nadie, ya que el gasto público y privado se contrae por la crisis.

Pero evitemos, ante todo, que los estantes de los colmados y supermercados se queden vacíos.

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