Por qué los valores no funcionan

Por qué los valores no funcionan

Un concepto es una construcción en nuestra mente que, como un foco de pila, orienta la observación científica y de sentido común. Nadie podría inventar un remedio para los parásitos sino no tiene un concepto claro de qué son, dónde están y cómo se comportan. Pero creer que un concepto es una cosa con vida propia, es un error que los filósofos llaman cosificación o reificación. Con los valores pasa algo de mucho cuidado. Hemos conceptualizado las cosas en que creemos, las que nos dan placer, las que nos ayudan a vivir mejor y a ser mejores personas  y a eso les hemos llamado valores.

Pero ocurre, que la belleza, la verdad o el poder, no son cosas. No tienen existencia propia. Ni siquiera valor en sí mismas. Circula una entrevista que sostuviera el teólogo brasilero Leonardo Boff con un monje del  Tíbet. Boff le pregunta que cuál es la mejor religión, y mientras Boff espera que le responda que la mejor es la de los tibetanos, el monje le dice: “aquella que más te acerca a Dios”. No es la religión ni los valores los que te acercan a Dios o  al Bien Supremo. Es tu amor, tu oración, y tu accionar apegado a su palabra, día a día. No son los conceptos, ni las creencias que tú tengas en la mente, aunque estos te faciliten la búsqueda.

El grave error ha estado en querer separar los valores de su fin último, que es llegar a Dios. Los valores sin una fe de fondo, “una moral sin dogmas” (sin fe, sin  Dios) como pretendían Emerson, Ingenieros y  otros, se convierten en vaciedades, vacuencias. Porque, en tanto conceptos, creencias, actitudes, hábitos, tradiciones, gustos o simples preferencias, los valores caen en la relatividad y cualquiera, cuando le plazca, puede re-definirlos, cambiarlos, adaptarlos a  “su entendimiento”, y llegamos a la situación en que los valores son asunto personal, al gusto y conveniencia de cada cual, o lo que es lo mismo, dejan de existir o de tener importancia alguna. No conectan con Dios ni con el espíritu, ni funcionan como directrices sociales de conducta o como proyecto de nación. Son superfluos en nuestro ser, fachada, baño de cobre, paño con pasta,  no crean compromiso.

Son el fruto de la labor intelectual de pacotilla, de agnósticos, ateos y descreídos, que buscando la libertad como valor único y supremo, terminan deteriorando y  negando el único valor verdadero y absoluto: Dios. En quien concurren lo verdadero, lo ético y lo estético; la justicia y el amor, ¡simultáneamente! Con  total sencillez, y una lógica deslumbrante. Que es auto evidente, perceptible al mismo tiempo por la razón, la intuición, los sentidos y la emoción.

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