Las américas y parte del mundo saludan admirados el ejemplo de civismo democrático que acabamos de dar los dominicanos en las elecciones.
Con motivo de la altísima votación obtenida por el PRM y aliados algunos comentaristas identificados con el pasado opositor expresan aprensiones de que el alto control congresual que le dan estas elecciones al gobierno pudiera dar lugar a que en nuestro país se establezca una “dictadura” o “tiranía” de las mayorías.
Es un recelo infundado debido a: i) las prácticas democráticas y concertadoras Abinader-PRM en la dirección del estado 2020-2024; y ii) el legado que inspiura a Luis y al PRM en su ejercicio del poder.
LOS HECHOS, LA CONDUCTA. Abinader-PRM han cumplido cabalmente la regla de oro de la democracia, que es el respeto sagrado a la separación e independencia de los poderes del estado, demostrado en las elecciones que acaban de celebrarse ejemplarmente, porque esta vez no hubo injerencia alguna del partido de gobierno en la Junta Central Electoral ni en el Tribunal Superior Electoral.
Desde el primer día de su gobierno el presidente Abinader designó a las probas magistradas Miriam Germán y Yeni Berenice Reinoso al frente de la Procuraduría General, y ha respetado escrupulosamente la autonomía de la Suprema Corte de Justicia, las dos cabezas del Poder Judicial.
Pese a la oposición recalcitrante que muchas veces han asumido los bloques opositores, el Congreso Nacional no ha sido objeto de injerencia alguna del Ejecutivo.
Una condición especial para la vigencia de la democracia es la Libertad de Expresión y Difusión del Pensamiento, respetada rigurosamente por el gobierno Abinader, reconocido por la SIP, al otorgarle el premio Chapultepec por encabezar el desarrollo de las libertades en América, como la libertad de expresión y prensa plenas.
También en la parte laborar del ejercicio periodístico la organización Reporteros Sin Fronteras reconoció este año las importantes mejoras logradas por el país en materia de libertad de prensa.
Esos son hechos concretos demostrativos de que Luis y el PRM son democráticos a carta cabal, lo que también se muestra en su probada vocación concertadora y las distintas propuestas unitarias hechas a la sociedad y a la oposición.
EL LEGADO. Pero no menos importante que los hechos democráticos de Luis y el PRM es la herencia, el legado en que inspiran su ejercicio del poder.
Ese legado es herencia de la conducta de Juan Bosch, quien en 1963 prefirió al derrocamiento antes que renunciar a los principios institucionales y sociales de la democracia.
De José Francisco Peña Gómez, primer constructor de lo que tenemos hoy de democracia, quien fue al mundo a reclamar solidaridad en los años 60s y 70s cuando aquí estaba cerrada la vía democrática, y quien prefirió el sacrificio a cambio de evitarle al país un baño de sangre cuando probó que le fueron robadas las elecciones en 1994.
Prefirió incluso no compartir 4 años de gobierno proveniente de la usurpación de la democracia.
Actúan los perremeístas motivados por la herencia de Antonio Guzmán, quien en 1978 despolitizó las Fuerzas Armadas y la Policía, y paró en seco a los oficiales y clases que cometían hasta entonces todo tipo de desafueros contra la población civil.
Y quedó Guzmán en la historia cuando puso en libertad a los presos políticos, dispuso el retorno de los exiliados y puso fin a los asesinatos, la persecución y los apresamientos por razones políticas e ideológicas.
Actúan democráticamente los perremeístas haciendo honor a Salvador Jorge Blanco, quien desmontó todo el andamiaje “legal” que “amparaba” la persecución, apresamiento y las deportaciones políticas, al hacer aprobar en el Congreso la Ley 1 de Amnistía en 1978
Por práctica y motivación, Luis Abinader y el PRM no tienen por qué ser instrumento de una dictadura de las mayorías.
No ha lugar al temor de los comentaristas del pasado, a menos que el alegato sea un adelanto del tipo de campaña que tienen ya planeado realizar al próximo gobierno.