¿Por qué no?

¿Por qué no?

Hay terrenos sobre los cuales me muevo con mucha cautela debido a que desconozco su estructura y los peligrosos atajos que los componen.

Uno de ellos es el tráfico y consumo de sustancias narcóticas.

Lo que sé del citado fenómeno es lo mismo que conoce la población general: Que existen “puntos” de distribución y venta; que muchos jóvenes y adultos que se comportan aparentemente “normal” consumen drogas; que el negocio genera muchos miles de millones de dólares o pesos y que los responsables de la comercialización pasan rápidamente de pobres a ricos.

Lo otro que sé es que, cuando se producen conflictos por apropiación de mercados, sustracción de mercancía, delación o traición que pone en peligro las ganancias de este negocio, la mayoría de las veces se resuelven a tiros y con crímenes horrendos y, precisamente, esta parte es la que tomo para la siguiente reflexión:

Si hemos aceptado que las desigualdades sociales y el afán de lucro motiven guerras que han costado millones de vidas, podemos promover que al negocio de las drogas se le dé el mismo tratamiento que se le dio al de las bebidas alcohólicas, legalizándolo, para eliminar el morbo de lo prohibido que eleva el costo del producto y lo hace una actividad súper-rentable por la que algunos están dispuestos a matar.

Así, se da tiempo, podríamos salvar muchas vidas valiosas como la del senador Wilton Guerrero.

No estoy proponiendo nada nuevo o espectacular.

Tal vez lo nuevo podría ser la interrogante del título y la pregunta adicional ¿será que al destruir el negocio se aniquila a muchos fariseos que viven de él aunque no venden ni consumen?

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