Ordenar el escritorio, regar las plantas o doblar la ropa: estas tareas domésticas están lejos de ser el colmo del hedonismo. Sin embargo, a menudo me sorprendo anhelando el placer y comodidad de ese tipo de pequeñas tareas repetitivas.
Si estoy esperando una llamada telefónica importante, o no he podido escribir ni una palabra del artículo que debo entregar ya, inevitablemente reorganizaré mi colección de discos o limpiaré los papeles esparcidos por mi oficina, y me sentiré muy relajado.
No soy el único. Al enfrentar el estrés de la pandemia, muchos reportaron haber encontrado un interés renovado en cuidar sus hogares como una forma de hacer frente a la incertidumbre.
Hasta en YouTube hay videos de gente haciendo sus tareas domésticas, con millones de visitas para los más populares.
Los psicólogos señalan que existen muchos mecanismos potenciales que podrían explicar el placer perfecto de pasar el rato ocupándose de tareas pequeñas y, posiblemente, hasta te alienten a hacerlo con más frecuencia.
Distracciones agradables
Superficialmente, puede ser útil porque ocupa la mente, y dedicamos menos tiempo a preocuparnos. Si la formas estructuradas de meditación, por ejemplo, no son difíciles, las tareas del hogar pueden anclarnos en el aquí y ahora.
Pero eso dependerá de dónde pongamos nuestro foco.
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En un estudio en el que se le pidió a los participantes que lavaran platos, los que se involucraron completamente con la experiencia sensorial reportaron un estado de ánimo significativamente mejor.
Esto incluyó una reducción del nerviosismo e incluso una sensación de «inspiración», como si la inmersión en la actividad simple les hubiera refrescado la mente.
A diferencia de otras actividades que distraen, como jugar juegos de computadora o ver televisión, las pequeñas tareas tienen la ventaja de ser proactivas y útiles, lo que aumenta nuestro «control percibido».
Cuando nos sentimos ansiosos, una sensación de impotencia puede aumentar la respuesta fisiológica al estrés, incrementando los niveles de hormonas como el cortisol.
A largo plazo, la sensación de impotencia puede incluso dañar la función del sistema inmunitario.
Idealmente, nos ocuparíamos directamente de la situación perturbadora en sí. Pero la investigación indica que podemos obtener una percepción de control a partir de actividades que tienen poco efecto en la situación que nos está molestando.
«No necesariamente tiene que alinearse con el control real, siempre que creamos o sintamos que tenemos el control», dice Stacey Bedwell, psicóloga del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres.
El simple hecho de poder cambiar nuestro entorno puede crear una sensación de agencia que es beneficiosa, dice, lo que puede explicar por qué limpiar y organizar nuestros hogares puede ser tan terapéutico.
Algunas de las pruebas más intrigantes provienen de estudios de personas mayores.
Un estudio clásico es el de la profesora Ellen Langer en la Universidad de Harvard y la profesora Judith Rodin en la Universidad de Yale.
Se llevó a cabo en un hogar de ancianos, donde los participantes se dividieron en dos grupos.
A los primeros se les permitió apropiarse de su habitación, acomodando los muebles como quisieran, y se les entregó una planta que debían cuidar ellos mismos.
Al segundo grupo, se le dijo que el personal podía encargarse de todo; ni siquiera tenían que regar su planta.
Durante los siguientes 18 meses, los residentes que fueron alentados a asumir la responsabilidad de su habitación disfrutaron de una mejor salud física y tuvieron menos probabilidades de morir.
Es posible que estos participantes hicieran un poco más de ejercicio que los demás. Sin embargo, dada la investigación sobre los efectos negativos de la indefensión, Langer y Rodin argumentaron que el beneficio era principalmente de origen psicológico, proveniente de su mayor sentido de control sobre sus vidas.