¿Por qué RD no es un país racista?

¿Por qué RD no es un país racista?

Cuando Estados Unidos se desangraba en una guerra fratricida, en la que los Confederados del Sur se enfrentaban a los unionistas del Norte que propugnaban por la abolición de la esclavitud, ya un negro dominicano llamado Gregorio Luperón era un glorioso líder que marcaría toda una época en la vida política dominicana.

La esclavitud fue abolida por el Padre Hidalgo en México en 1810, en las provincias de Río de la Plata en 1813; en Jamaica en 1831, gracias a una revuelta que hizo reflexionar a los ingleses;  en Estados Unidos en 1865.

Desde 1804, gracias a la incursión de Toussaint Louverture en la parte Este de la isla, ya lo que es hoy República Dominicana no tenía esclavitud.

Antes de la llegada de Louverture ya la esclavitud se iba diluyendo debido a la situación económica de la provincia ultramarina española que fue forjando otra cultura de convivencia en esta sociedad.

 Eso no quiere decir que yo me inscriba en la línea de aquellos que quieren hacernos creer que la esclavitud era una dulzura en esta parte de la isla, pero tengo que reconocer que no tuvo los niveles de crueldad que se vivieron, por ejemplo, en Brasil y en Haití.

Para 1844, cuando a los esclavos los azotaban hasta arrancarle la piel en países como Brasil y Estados Unidos, ya un negro llamado Francisco del Rosario Sánchez era designado Presidente (muy efímeramente) de la segunda Junta Gubernativa que se había formado tras el grito de la Independencia Nacional.

Para 1886 es que Brasil proclama la abolición de la esclavitud y para esa época todavía los negros eran esclavos en Cuba. Sin embargo, en esa época un negro llamado Ulises Heureaux era Presidente de República Dominicana y ya mi bisabuelo, un negro retinto, era General de División.

Sería en 1852 ó 1853 cuando una tarde fría la señora Harriet Elizabeth Beecher Stowe dio un grito de espanto al recibir en su hogar de Brunswick, Maine, una extraña encomienda envuelta en un papel de regalo: la oreja de un negro.

El único pecado de la Señora Beecher Stowe era haber escrito su novela “La Cabaña del Tío Tom”, donde denunciaba los horrores de la esclavitud.

Para esa época ya un mulato, Buenaventura Báez, hijo de una negra de verdad, era Presidente de la República Dominicana.

 Para la década de 1890 el General Gregorio Luperón se paseaba con todos los honores por Europa, donde era Ministro Plenipotenciario del Gobierno dominicano, y en Francia era recibido por Víctor Hugo, escritor de renombre mundial, y en Inglaterra recibía los honores reales en el Palacio de Buckingham.

Para esa época, pese a que se había abolido la esclavitud en Estados Unidos, existía la segregación racial y ni siquiera al intelectual Frederick Douglas, el negro más brillante de la era, se le permitía asistir a los restaurantes donde iban los blancos.

En el momento en que Martin Luther King Junior levantaba su voz contra la discriminación racial en el Monumento a Lincoln, en Washington, aquel histórico 28 de agosto de 1963, cuando proclamó: I have a Dream (Yo tengo un Sueño), en República Dominicana había una mezcla racial tan enorme que no existía ninguna diferencia entre negros y blancos.

¿Cómo entonces puede alguien decirme que el pueblo dominicano es racista, o que en República Dominicana hay racismo?

El racismo es algo muy fuerte, se trata de profunda discriminación, de segregación institucionalizada o consuetudinaria,  en la que usted, como negro, no puede asistir donde va un blanco.

El hecho de que a algún estúpido dueño de una discoteca se le ocurra no dejar entrar un negro, eso no es un índice para medir a toda una sociedad donde no hay diferencias de raza.

Cuando vienen de fuera a decir que somos racistas es porque nosotros provocamos eso, es por las actitudes de nosotros. Es que nosotros hablamos muchas pendejadas, no son las ONG las responsables de eso, somos nosotros mismos con nuestras imprudentes expresiones en los medios de comunicación.

¿Por qué el señor Roberto Rosario, de la Cámara Administrativa de la Junta Central Electoral, junto al juez John Guilliani, se empecinan en seguir con una resolución que impide otorgarle la certificación de nacimiento a personas con derechos adquiridos, hace años, y que tienen apellidos extranjeros, sobre todo de origen francés, violando el principio de la irretroactividad de las leyes?

Vuelvo y repito, somos nosotros mismos los que provocamos que nos acusen de algo que no somos, por culta de un grupito de imprudentes.

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