El día que Fredy lo presentó en su programa, el tipo cayó bien. Un hombre de pueblo, o más bien del campo, como cualquier otro, vulgarote pero simpático, que daba la idea de que, llegado el momento, se acordaría de su origen, de que un día tuvo madre y que Dios castiga lo malo.
Pero no, a Morrobel lo agarró una borrachera de poder y se metió en currú desde el mismo día en que se acomodó en su curul, y tuvo una especie de orgasmo social cuando unos riquitos lo invitaron a desayunar con caviar y champán, que francamente no le gustaron, y que el entendió que eran extravagancias de ricos.
Al poco tiempo se olvidó de sus mejores amigos y de Dios. Se hizo de nuevos enllaves y compadres, todos muy habilidosos en hacer negocios con el Estado. Prontamente se convenció de que los banqueros lavadores y desfalcadores eran buenas personas, y que los narcos no eran necesariamente peores.
Al principio, el hombre medio se sonrojaba, algunas de esas cosas le daban cierta vergüenza, se defendía delante de los periodistas y negaba con vehemencia: Eso jamáh ocurrirá en mi gobielno. Pero cada día más se notaba el deterioro moral, que su supuesta honradez estaba votando el cobre.
Cuentan que alguien lo entrevistó años más tarde. Un Morrobel abatido por el peso de sus errores y el repudio popular, no tuvo más que sincerarse.
Dijo que lo que hizo no era pecado, pues los demás lo hacían, y que muchos le aconsejaron que no fuera tonto, que al gobierno uno va a haceise y que el podei e pa´ejeiceilo. Que si él no lo hacía, otro lo haría, porque en el fondo esta sociedad estaba podrida. Todos los jerarcas del país estaban en eso, que eran ellos quienes le proponían esos negocios. Que él lo hacía con más moderación y más delicadeza que los comesolos, que sus familiares, aunque decían no estar de acuerdo, mayormente disfrutaban de los privilegios que tenían y de los regalos que él les hacía.
Que por encima de todo él disfrutaba su cargo, de la pleitesía que le rendían, y el temor y el respeto que les infundía a los jerarcas, prelados y generales además, el dinero siempre se necesita, aunque él empezó como un hombre de negocios a quien no le había ido mal Después de todo, Dios muchas veces perdona, o por lo menos la Virgen, que como madre que es, es más consentidora y siempre lo saca de apuros. Que la gente no tiene memoria y cualquier día vuelven a elegirlo, aunque sea como regidor de Macondo.