¿Por qué se hace tan urgente aprobar el ALCA en 2005?

¿Por qué se hace tan urgente aprobar el ALCA en 2005?

El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), constituye el proyecto reciente más importante promovido por Estados Unidos desde los tiempos de James Monroe. En la pos Guerra Fría, la necesidad estratégica estadounidense de consolidar su propio bloque geopolítico y económico, explican el que el gobierno de George W. Bush le confiriera al ALCA un impulso fundamental con la aprobación en 2002 del texto denominado Autoridad para la Promoción Comercial (TPA o «vía rápida»), régimen temporal que le faculta a negociar acuerdos comerciales bilaterales sin el requisito del debate parlamentario. Pero, ¿por qué la prisa en fijar metas para 2005?.

Durante la I Cumbre de las Américas, celebrada en 1994 en Miami, los Presidentes de los 34 países democráticos de América acordaron iniciar la promoción y constitución del ALCA, con el propósito de conformar una zona de libre comercio que abarque todo el continente y favorezca la eliminación progresiva de las barreras comerciales y de inversión en la región. Así, cuatro principios fundamentales orientan el ALCA: Preservar y fortalecer la comunidad democrática de las Américas; Promover la prosperidad a través de la integración económica y el libre comercio; Erradicar la pobreza y la discriminación en el hemisferio; y Garantizar el desarrollo sostenible y conservar el medio ambiente para las generaciones futuras. Al desaparecer cualquier tipo de favoritismo sobre los mismos entrarán a jugar un papel importante los factores tales como el tipo de cambio, las economías de escala y los contratos con compromisos.

[b]OBJETIVOS HISTÓRICOS[/b]

El primer objetivo de los Estados Unidos en aquella «Cumbre de las Américas» fue compensar la apertura de las Cumbres Iberoamericanas. ¿Por qué razón?: porque en las Cumbres Iberoamericanas participaban España y Portugal y no participaban los Estados Unidos y Canadá. Y en la de las Américas participarían los Estados Unidos y Canadá y no España y Portugal. Por ello, podría argüirse que dos visiones contrapuestas han inspirado a los convenios de integración del continente: el «latinoamericanismo» y el «panamericanismo». El primero de ellos, enmarcado en la teoría Prebisch CEPAL, sustentó a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y al Mercado Común Centroamericano (MCCA) entre fines de los 50 y comienzos de los 60 del siglo pasado. En cambio, el «panamericanismo» alcanzó éxitos resonantes con la incorporación de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la Declaración Presidencial de Miami que alumbró el ╡rea de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Así, en esa cumbre de fines de 1994, se logra la aprobación de un proyecto de «libre cambio» para las Américas, a ser implementado a partir del año 2005. Sin embargo, es importante destacar que en ese año 1994 suceden simultáneamente otros eventos importantes: Rusia se adhiere a la «coparticipación de la paz» propuesta por la Alianza Atlántica (OTAN); la ONU autoriza a Francia a intervenir en Ruanda y autoriza a los Estados Unidos a intervenir militarmente a Haití. También se desarrolla la III Conferencia de las Naciones Unidas para la Población y el Desarrollo, con 182 países (en vez de debatirse la pobreza, la atención se centra en el aborto). En ese año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el BIRD festejan los 50 años de las instituciones de Bretton Woods; y se desarrolla en Casablanca, Marruecos, la primera «cumbre» económica para el desarrollo de Oriente Medio y ╡frica del Norte, que reúne juntos a árabes e israelíes. Luego, se desarrolla la II «cumbre» de la Cooperación económica de Asia Pacífico; se reúnen en Indonesia 16 países y se acepta a Chile como nuevo miembro; se proyecta el T.A.F.T.A., zona de libre cambio transpacífico para el año 2020; en Jamaica entra en vigor el Convenio de las Naciones Unidas sobre Derecho Marítimo; y culmina el año en Miami con la propuesta del ALCA.

Hay que recordar también que el 1º de enero de 1995 se forma el «Grupo de los Tres», con la entrada en vigencia del acuerdo de libre cambio suscrito por Colombia, México y Venezuela. Y también ese primer día del año entra en vigor el Mercado Común de América del Sur (MERCOSUR) con Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; entra en vigencia la OMC (Organización Mundial de Comercio), que sucede al GATT; y la Unión Europea se amplía a 15 miembros con el ingreso de Austria, Suecia y Finlandia. Igualmente durante el año 1995 el G7 decide crear un «fondo de urgencia» en el seno del FMI para prevenir crisis financieras como la mexicana de diciembre de 1994; la OMC firmó en Ginebra un acuerdo sobre la liberalización del comercio de servicios financieros; deciden su integración económica los cuatros países (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia) del Acuerdo de Libre Comercio Centroeuropeo (CEFTA); luego de varios meses de negociaciones se firma en la isla Mauricio la revisión de la convención de Lomé IV por los 15 (UE) y los 70 países del ACP (╡frica, Caribe, Pacífico); y los representantes de los 18 países miembros de la Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) reunidos en Osaka, Japón, se comprometen a la creación de una zona de libre comercio en el 2010 para los países industrializados y en el 2020 para los países en desarrollo.

[b]LAS RAZONES[/b]

¿Se tendrían que quedar atrás los Estados Unidos?. No, pues detrás de la urgencia de George W. Bush para que el ALCA entre a operar desde el cercano 2005, conforme acaba de ratificarse en la propia Miami el pasado noviembre, existen al menos tres razones básicas: a) solventar el quiebre de la recesión estadounidense, b) contener la influencia europea en la región y neutralizar al MERCOSUR y a la CAN, y c) camuflar en las negociaciones económicas el remozado intervencionismo militar norteamericano en Sudamérica.

El auge de la economía norteamericana durante la era Clinton (el más importante en la posguerra después del «boom» Kennedy Johnson) colapsó a fines de 2000, envuelto en la debacle de la Nueva Economía. Esta inflexión del ciclo económico norteamericano se expresó no solo en la caída de las inversiones, sino también en un espectacular descenso de las exportaciones, tendencia que se agudizó en 200l. En el segundo trimestre de este último año (poco antes del 11 S) las ventas externas de Estados Unidos cayeron 12%, lo que determinó que la administración republicana se decidiera por un plan estratégico que atrajera los flujos de América Latina.

El segundo motivo básico para la instrumentación del ALCA tiene que ver con el hecho de que Washington y las corporaciones de EEUU no se encontraban precisamente «felices» con los acuerdos comerciales suscritos por los europeos en el marco de las cumbres iberoamericanas. Igualmente había que considerar una eventual consolidación del MERCOSUR, esquema de integración de proyección sudamericana y caribeña y que, especialmente bajo los liderazgos de Lula y Kirschner, ha venido reivindicando principios de soberanía política y de proteccionismo comercial y financiero. Por esta razón para que el libre mercado opere conforme a las definiciones de Washington, nada mejor que presionar por el ALCA, tomando en cuenta la trayectoria seguida ya por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Finalmente, las razones estrictamente militares no son extrañas a la propuesta de Washington acerca del ALCA y, por el contrario, comportan su complemento (si no su basamento).

[b]EL FUTURO[/b]

Al darse por terminada la octava Reunión Ministerial del ALCA, se respiraba cierto aire de optimismo, diferente a lo que pasó en la Cumbre de Cancún cuando también de forma prematura se dio por terminada la reunión ministerial de la OMC. En el ALCA hubo un acuerdo, tal vez no tan ambicioso como algunos habrían deseado, pero en definitiva se salvó el sistema continental de cooperación e integración comercial y se impidió que el libre comercio global sufriera un nuevo y decepcionante golpe. Pese a que en esta reunión no se produjeron acuerdos muy profundos, sí ocurrieron sucesos de importancia para el futuro comercio en las Américas. Tal vez lo más importante fue el anuncio de Estados Unidos que negociará acuerdos bilaterales de libre comercio con los países del área andina, excluyendo a Venezuela. Los representantes de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia celebraron con júbilo el anuncio, pero algunos analistas lo recibieron con un frío escepticismo. Tal escepticismo está basado en que algunos expertos en comercio internacional se oponen con mucha fuerza a este tipo de acuerdos, pues creen que debilitan los procesos de negociación multilateral como el ALCA y la OMC. En segundo lugar, y en el caso particular del ALCA, ciertos analistas creen que esta decisión de EEUU tiene el propósito de eludir los obstáculos introducidos por Brasil y los países que secundan su enfoque en estas negociaciones.

De esta manera, si bien como camino a la integración comercial global los sistemas multilaterales y basados en un conjunto de reglas de aplicación general son extremadamente lentos y agrupan una fuerte lucha de intereses contrapuestos, no menos cierto es que a una simple explosión desordenada de acuerdos bilaterales, cuyas reglas no se aplican más que a los países que participan en él, resultan también lentos y ajenos a una probable convergencia de legitimidad y bienestar recíproco. Lo que si parece claro es que, bajo el actual sistema de la OMC, existen disposiciones y mecanismos que hacen que los beneficios que una nación conceda se extienden a todos los miembros de la organización. Lo que al parecer habría que librar es la dura batalla que enfrentan los celosos y engorrosos procedimientos para dirimir las cuestiones conflictivas que naturalmente surgen en todo proceso de integración comercial.

No obstante, de deducir la opción en preferir un comercio mundial amparado bajo acuerdos multilaterales, dicha opción no le resta valor aún a considerar también el no excluir la posibilidad de establecer acuerdos bilaterales. Tales acuerdos pueden coexistir con sistemas alternativos al de la OMC y el del ALCA. Además, es harto conocido ya que los procesos multilaterales avanzan mucho más lentamente y confrontan muchos obstáculos, derivados de las diferencias en el enfoque político que los diversos países dan a la negociación.

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