¿Por qué se van?

¿Por qué se van?

Cuando diputados y dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) deciden dejar la organización pasándose al PRM, reflejan la falta de esperanza y convencimiento de un errático desempeño que se expresó en las elecciones del 2016. Entiendo la postura de irse hacia el litoral de sus históricos compañeros, pero el desplazamiento hacia una nueva casa partidaria valida la concepción de Vargas Maldonado alrededor de reducir el partido blanco a una caricatura que completa su “obra” de hacer un partido chiquito para grandes negocios.
Entiendo que en la medida que una organización es administrada por un dirigente sin carisma, desprovisto de destrezas intelectuales y de reconocida vocación por los negocios, el instrumento político pierde el rumbo. Ahora bien, no es inteligente confundir el gestor con la razón partidaria. Es innegable que la disminución del PRD es el resultado de una asociación generalizada en amplios segmentos ciudadanos de que su principal ejecutivo entregó la simbología de una siglas a cambio de ventajas económicas.
No es lo mismo un PRD en manos de un comerciante que gestionado por dirigentes con sentido de la política. El sentimiento perredeísta existe, y la opción electoral que se ha ido construyendo con la vieja militancia blanca anhela que las razones que dieron origen a su salida desaparezcan. Por eso, resistir hasta provocar la sustitución del actual presidente resulta indispensable.
Las causas que produjeron la permanencia de Vargas Maldonado al frente del PRD han ido desapareciendo, y en su intento por permanecer conduciendo el partido, apuesta a la protección oficial y maromas procesales-electorales en un órgano que se estructuró producto de un pacto político. Los escenarios cambiaron porque el gobierno sabe los riesgos de proteger un aliado que, en el marco de su gestión institucional, es pieza de escarnio. Además, la sociedad jugó un papel estelar a la hora de impedir que anteriores titulares del Tribunal Superior Electoral (TSE) se mantuvieran en sus puestos.
Vargas Maldonado está reducido hasta la insignificancia. De ahí, su afán por preservar el control del PRD. Sus días como Presidente del PRD están contados debido al interés de avanzar en reformas electorales como la Ley de Partidos, y lo que indica el sentido común a la gente que le acompaña: no existe ninguna posibilidad de éxito político alrededor de un dirigente con altísimos niveles de impugnación.
Como todo escapista tratará de sobrevivir. Inclusive, ese afán por revestir su gestión en el Ministerio de Relaciones Exteriores de una altísima inversión mediática obedece a una concepción propia de su personalidad, muy amiga de creer que las formas sustituyen el fondo. Olvida que la sociedad ausculta los desempeños eficientes no por la cantidad de cuñas en radio y televisión, los comentarios cargados de ventajas financieras y nombramientos a familiares de gente de los medios, sino por la trascendencia en aspectos fundamentales, y su gestión podría pasar a la historia como la incapaz de resolver la veda de los productos por la frontera haitiana, mantener sanciones ante la CIDH, asesores con sueldos lujosos, incrementar la nómina.

El PRD es, ha sido y será un instrumento vital del sistema democrático. En la actual coyuntura atraviesa por una situación delicada que será superada.

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