¿Por qué sólo Jesús?

¿Por qué sólo Jesús?

MARLENE LLUBERES
Todo ser humano, a medida en que transcurren los años de su vida, siente un vacío en su corazón y por consiguiente una necesidad de búsqueda para lograr llenar este espacio. Este intento se convierte en infructuoso puesto que pretende alcanzarlo con los bienes materiales que lo rodean o tratando de diseñar diversas estrategias impulsado en sus propias fuerzas.

En otras ocasiones, al presentarse circunstancias adversas, donde no tenemos salida humana, perseguimos desesperadamente soluciones sobrenaturales, que muchas veces queremos encontrar en personas y lugares equivocados.

Es así como procuramos el encuentro con quienes llamamos seres superiores, colocando en ellos nuestra esperanza, en la mayoría de los casos, sin conocimiento alguno.

Nos apropiamos de objetos hechos a mano o figuras que, de acuerdo a nuestros razonamientos, formas humanas y tradiciones, tienen la divinidad para asemejarse al único y verdadero Dios. Creemos encontrar refugio en hombres y mujeres que, mientras existieron en esta tierra, llevaron vidas conforme a la voluntad de Dios, no a sus propios anhelos y deseos, pero, actualmente, están ya en la ciudad celestial, imposibilitados de escucharnos y mucho menos de contestar nuestras peticiones.

Todo esto es el resultado de que el hombre fue creado para que su alma fuera llena del Espíritu de Dios, por tanto posee una inclinación natural hacia la adoración. Es por esto que Dios dejó establecido en su Palabra, que sólo Jesús está apto para acercarse al Padre a favor del hombre, porque es El, su hijo, el Mediador único entre Dios y la humanidad.

Dios es el único Dios, quien envió a su hijo a morir en una cruz para nuestra salvación y luego resucitar para regalarnos vida en abundancia.

Sólo Cristo ha resucitado, por esta razón vive y escucha nuestras peticiones, necesidades e intercede delante del Padre. Como espíritu infinito, no puede ser representado en figuras o imágenes, puesto que a Dios no se le vio jamás.

Nada existe sin El, en El vivimos, nos movemos y somos.

Dios es omnipotente, no hay nada difícil para El, lo que quiere hace; omnipresente, porque no hay lugar donde podamos huir de su presencia, omnisciente porque nada escapa de su conocimiento, lo que nos asegura su providencia absoluta, lo vemos al darnos cuenta de que ni un pajarillo cae a tierra sin su permiso o al percatarnos de que nuestros cabellos están todos contados.

Dios es santo, santidad que se manifiesta por su rectitud, justicia y su invariable inclinación hacia la constante búsqueda del bienestar para sus criaturas.

Únicamente El puede ofrecer perdón a quienes se arrepienten: “Yo soy el que Soy”; sólo el Señor tiene autosuficiencia divina puesto que no depende de nadie para su propia existencia, es excelso sobre toda la tierra.

Por ser nuestro Creador puede proporcionarnos seguridad,  protección, sanidad y dirección. Es ciertamente fiel, poderoso y victorioso.

Es Jesús el Salvador, el ungido, quien aboga delante del Padre nuestra causa. El cordero de Dios, sin mancha ni contaminación, que se humilló muriendo en un madero y llevando nuestros pecados, para luego sentarse a la diestra del Padre y obtener la redención eterna.

Es el mismo quien nos instruye a no tener dioses delante de El, a no hacer ídolos, ni a ellos inclinarnos, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, no adorarlos, ni servirlos porque es Dios celoso.

Al buscar formas humanas, de acuerdo a lo que pensamos y no a lo que Dios dice, nos desenfocamos del verdadero Dios, de una relación de dependencia directa a El, nuestro único Señor.

Si queremos alcanzar la vida eterna, conozcamos al único Dios verdadero y a Jesús, a quien El envió.

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