Por qué Sudán no es aliado en la guerra contra el terrorismo

Por qué Sudán no es aliado en la guerra contra el terrorismo

GENEINA, Sudán – En ocasiones es difícil determinar cuál es el estatus actual de Sudán en la guerra contra el terrorismo. El gobierno de George W. Bush adoraría enlistar a su gobierno encabezado por árabes como aliado en una parte crítica de Africa. Pero entre más la dictadura libre guerras contra sus propios ciudadanos, más imposible es que esa alianza surja.

Aunque alguna vez albergaron a Osama bin Laden, los líderes islámicos del país erradicaron al liderazgo de Al Qaeda a fines de los años 90 y se acercaron a Estados Unidos después del 11 de septiembre del 2001. El gobierno estadounidense entonces alentó a Sudán a negociar el fin de décadas de guerra civil con cristianos negros en el sur cuyo sufrimiento había capturado las simpatías de los parroquianos estadounidenses.

Las conversaciones de paz se acercaron a un acuerdo el invierno pasado, despertando esperanzas en Washington, hasta el punto en que funcionarios gubernamentales empezaron a planear invitar a algunos funcionarios sudaneses a la Casa Blanca y al discurso sobr el Estado de la Unión del presidente en enero. Pero esos planes fueron descartados cuando se volvió evidente que la dictadura islámica en Jartum estaba intensificando una nueva guerra, ésta en el oeste de Sudán contra musulmanes negros rebeldes.

En el último año, aun cuando las conversaciones para poner fin al sitio contra los cristianos en el sur han proseguido, quizá un millón de musulmanes han sido desterrados en el oeste, en medio de matanzas que están despertando comparaciones con la limpieza étnica en los Balcanes hace una década.

Por ello, con el Congreso y grupos religiosos y defensores de los derechos humanos haciendo repetidos llamados para una acción estadounidense firme para frenar la matanza en el oeste, las relaciones con Sudán parecieron empeorar de nuevo esta primavera. En marzo, cuando Sudán fue seleccionada para encabezar la Comisión de la ONU sobre Derechos Humanos, el delegado estadounidense abandonó la sala en protesta y el delegado sudanés se burló del trato que da Estados Unidos a los detenidos en Irak.

Cierto, el gobierno estadounidense sigue dialogando con el gobierno sudanés, temeroso de que un rompimiento total condene al fracaso al esfuerzo de paz y los cristianos en el sur, así como cualquier oportunidad de trabajar con Sudán en el futuro.

Pero nadie habla mucho ya sobre una alianza estratégica contra el terrorismo, aun cuando la importancia potencial de Sudán sólo ha crecido. El país más grande en Africa, es parte de una región entre los desiertos árabes del norte de Africa y la Africa negra en el sur; terreno que el gobierno estadounidense ha identificado como crucial para frenar la propagación de células terroristas en todo el continente.

La guerra actual en el sur data de 1983, cuando el gobierno musulmán empezó a aplicar la ley islámica a los no musulmanes. Los sudaneses en el sur se rebelaron, y el trato brutal del gobierno a la población predominantemente cristiana provocó indignación en las iglesias estadounidenses. Cuando asumió el poder, el Presidente Bush prometió poner fin a la guerra religiosa.

Mientras tanto, después del 11 de septiembre, Sudán empezó a actuar para apaciguar el enojo estadounidense por su previo apoyo a los terroristas. Hace cinco años, después de que Al Qaeda voló dos embajadas estadounidenses en países cercanos en Africa, el gobierno de Bill Clinton disparó misiles cruceros contra Jartum en respuesta. Sanciones estadounidenses contra Sudán han estado en vigor desde 1997, el último embajador estadounidense fue retirado en 1998, y el Departamento de Estado ha incluido a Sudán en la lista de estados patrocinadores del terrorismo durante los últimos 11 años.

Pese a esto, Sudán ha proporcionado información de inteligencia sobre Al Qaeda a funcionarios estadounidenses, y esa cooperación abrió el camino para las conversaciones de paz en el frente sureño. Funcionarios estadounidenses han desempeñado un papel clave en las conversaciones, en las cuales frecuentemente han intervenido para romper los muchos estancamientos que se han desarrollado. Hasta ahora, los dos bandos han acordado celebrar un referéndum en el sur que permitirá a los sureños decidir si quieren seguir siendo parte de un Sudán unido o tener autonomía. Para alentarlos a mantener a Sudán unificado, el gobierno ha aceptado fusionar sus fuerzas armadas con los combatientes rebeldes, compartir los ingresos petroleros con el sur y dividir las posiciones políticas.

Pero incluso cuando la paz parecía estar al alcance en el sur, otra parte de Sudán deterioró en guerra. En la región occidental conocida como Darfur, musulmanes negros rebeldes vieron las concesiones otorgadas a los cristianos y empezaron a demandar lo mismo.

Furioso por el giro de los acontecimientos, el ejército de Sudán actuó para sofocar cualquier disensión. También liberó milicias, conocidas como Janjaweed, para que tomaran el control del campo. En el último año, más de un millón de africanos negros de Darfur han sido expulsados de sus aldeas por los Janjaweed, respaldados por tropas gubernamentales, y muchos miles de refugiados están al borde de la inanición en la frontera con Chad. Las milicias rutinariamente matan a los hombres y violan a las mujeres.

El creciente conflicto en el oeste ahora incluso amenaza a la aún frágil perspectiva de paz en el sur; particularmente con grupos religiosos y de derechos humanos reclamando que el gobierno estadounidense ejerza más presión sobre el gobierno sudanés para detener la nueva matanza.

«Este gobierno norteamericano ha invertido enormemente en la paz en el sur de Sudán», dijo Ted Dagne, experto en Africa del Servicio de Investigación Congresional en Washington. «Querían un éxito diplomático a toda costa. Desafortunadamente, éste se está volviendo un sueño distante que podríamos no ver».

Aun si se alcanza un acuerdo, )podrá ser llevado a la práctica? Los residentes de Darfur ahora apiñados en campamentos, temerosos de regresar a casa, dicen que no confían en los funcionarios en Jartum, quienes afirman que han restablecido la estabilidad en Darfur. Los diplomáticos que tratan de resolver la situación en Darfur, también, encuentran difícil dar mucha credibilidad a las palabras de un gobierno que está negando y restando importancia a las atrocidades que se desarrollan ahí.

[b]Los grupos religiosos también son pesimistas. [/b]

«Qué haría a los cristianos en el sur confiar en el gobierno cuando éste se da la vuelta y trata los musulmanes en la forma en que lo hace en Darfur», preguntó Diane L. Knippers, presidenta del Instituto sobre Religión y Democracia, un grupo cristiano en Washington.

Charles Colson, personaje del Watergate y activista cristiano, estuvo de acuerdo. «Hace tres meses, me reuní con el presidente y lo felicité por todo su trabajo en Sudán», dijo Colson. «Parecía muy esperanzador. Es desilusionante que no esté fraguando».

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