)Por quién doblan las campanas?

)Por quién doblan las campanas?

La sociedad dominicana ha absorbido a través de sus protagonistas vitales una versátil aprehensión del cambio. Parece ser que no habrá muchos defensores del status quo, que el inducido mejoramiento social insertado en las ofertas electorales sólo tiene de atributo una perfectibilidad humana. La gente manifiesta que «ve difícil la situación del país».

No se trasluce aún si la propuesta de reorganización estatal (gastos corrientes, nóminas, inversión) va sólo en una dirección o si se ha planteado una evolución a mediano plazo donde las impacientes demandas de distintos sectores sociales (que sostienen soluciones esquemáticas, prácticas o llenas de contrapunto y fisuras) se instrumentalizan con ciertas reservas.

El enjundioso periodista Bienvenido Alvarez Vega expresó años atrás, en un artículo, una opinión que deseo traer. Decía que hay una juventud que no tiene «interés en que se le vincule, ideológicamente, a tiempos y situaciones que no vivió, que no conoce, ya que no le interesan».

Tan cierto es esto, que no deja de discutirse en distintos círculos políticos la recurrente pregunta de cuándo se le va a dar paso a un «nuevo liderazgo» para la renovación del orden democrático sobre un movimiento flexible de voluntades nacionales que encuentre correctivos al interior del sistema y detenga el caos embriagador de estos días.

Se intuye, por las opiniones expresadas en distintos sectores de la vida nacional que, no existe un ritmo veloz en la renovación de las caras de la Nación. No se vislumbra, ciertamente, un liderazgo transformacional, porque el crecimiento de las posibilidades de un guía sólo es posible a través de los valores compartidos no con oleadas de decadencia.

La sociedad, en su conjunto, aún no ha perdido la esperanza de que ciertamente debe algún partido traer consigo estrategias prometedoras de desarrollo. No obstante, surge la pregunta de si sus decisiones serán responsables.

Aún se percibe una motivación de luchar contra los malos hábitos de los políticos de turno. Pero no mentimos si decimos que estamos fatigados, y que la esperada transición sin trauma o renovación de liderazgo resulta, sin dudas, sólo un escalafón para un posible reacomodamiento de las instancias gubernamentales para llevar a cabo acciones prudentes para la gobernabilidad.

El debate actual, me luce, debe estar concentrado en dos aspectos: )si hemos actuado verdaderamente conscientes en validar las últimas reformas constitucionales; si hemos comprendido el perfil de un futuro posible que motive, que a principio de siglo, los dominicanos resurjan alrededor de sí mismos?

Actualmente se vislumbra una conexión compartida de responsabilidades de todos y para todos, donde las ilusiones obran hacia el interior y las disonancias hacia fuera. Pero continúan las preguntas: )puede haber a partir de ahora una agenda escondida de reorganizaciones traumáticas; tendrán efectos durable el encanto de las nuevas promesas de los líderes? )Qué tan cierto es que la historia le tiene reservado un veredicto absolutorio a la gestión gubernativa del presidente Balaguer?

Ya que la palabra participación ha tomado un matiz que nutre al electorado, las organizaciones de ciudadanos empiezan a actuar como tutoras en los asuntos públicos.

Más allá de los problemas cotidianos, se respira en el ambiente una completa motivación de oportunidad, y se aprecia -como un mensaje- que el sistema actual político tiene una minuciosa significación: abre el desafío de que se traigan nuevas innovaciones y coraje, que la sensación de complejidad gubernamental que se hereda no sea traumática; que los símbolos y los valores se repiensen, y que los rigores de la vida pública no acostumbren a los dominicanos al vilipendio gratuito.

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