Los conflictos obrero-patronales no pueden estar expuestos al oportunismo ventajista de picapleitos que se interpongan entre las partes para, con manipulaciones legales, tomar por asalto a las empresas con embargos. Es lo que ocurre con persistente frecuencia, sobre todo en perjuicio de la inversión para el turismo. Los derechos de los trabajadores son legítimos. Los de hombres y mujeres emprendedores que crean fuentes de trabajo también. Las garantías para unos y otros tienen que ser iguales sin el golpe sorpresivo que sale de entre bastidores y que llega al extremo de utilizar pandillas que mezclan lo formalmente legal con lo informalmente perverso que se apoya en la violencia jurídica.
No hay país que progrese, se desarrolle y crezca sin la iniciativa individual o corporativa que prospera cuando existe seguridad jurídica. Los gobiernos están para facilitar y arbitrar; y la justicia, para hacer justicia. Y en nuestro medio, los políticos no se andan con muchas responsabilidades para asumir el papel que de ellos se espera, tanto cuando están en el poder como cuando gobiernan. Por eso el Estado Dominicano es aparatoso, grande e ineficaz. Por eso a veces resulta un lastre contra los avances que esta sociedad necesita y no ha logrado. La lección es clara: el sistema legal debe ser favorable y justo para quienes trabajan o se constituyen en compañías en campos y ciudades. En esa categoría caben empleadores y asalariados.
La pobreza de la partidocracia
El predominio de partidos tradicionales -sin auténticas diferenciaciones en contenido programático, ideológico y ético- ha empobrecido el juego democrático. Fuerzas clientelistas; maquinarias electorales que tercian con ofertas de dudosa factibilidad y manipulan conciencias con dádivas o compromisos de corto plazo para el difícil objetivo de establecer el pleno empleo y la justicia social. Que acomodan las realidades de los índices de simpatía y se apoyan en las facilidades y privilegios que se derivan de estar en el poder, incluyendo, desde luego, los recursos municipales.
Esta sociedad necesita opciones nuevas. Visiones diferentes; el surgimiento promisorio de minorías que por ausencia de manchas en su pasado y por su claro distanciamiento de la usual y frustrante forma de hacer política capten una parte importante del electorado, para comenzar ya a cavarles sepultura a las malas formas de hacer política.