Por temor a que Dios no me lo perdone

Por temor a que Dios no me lo perdone

Teófilo Quico Tabar

Tal como aprendí desde pequeño, cada vez que puedo les expreso a los que solicitan consejos y recomendaciones, las posibles alternativas y los posibles riesgos. Esto así, para que sean ellos mismos, luego de escuchar y analizar, quienes determinen la decisión que entiendan más conveniente. Se trate de familiares cercanos, amigos y relacionados.

Y es que siempre será preferible que te expresen, que no lograron sus objetivos por no escuchar tus sugerencias, a que de digan que fracasaron o no lograron lo que querían, por llevarse de ti.

Hay quienes creen que las huellas digitales son las únicas cosas en el ser humano que son diferentes. Pero la condición humana, al ser tan especial y con tantas complejidades y existiendo tantos aspectos que matizan sus pensamientos, necesidades y aspiraciones, no necesariamente entienden que una recomendación, por más buena que sea, es la que les conviene.

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Pero tampoco, por su propia complejidad, puede entender el consejo de la misma manera. Incluso, ese mismo consejo puede interpretarlo de manera diferente, dependiendo de su estado de ánimo. Además, no todo el mundo tiene la capacidad entender las cosas de la forma en que el otro pretendió explicarla.

Eso lo he practicado con mis hermanos, hijos, nietos y amigos. Si me solicitan una opinión, se las doy de forma lo más genérica posible. Las alternativas y lo que cada camino podría implicarle. Pero dejándoles siempre claro que las decisiones son ellos los que deben tomarlas.

No necesariamente por temor a que luego te endilguen que fracasaron por llevarse de ti, pero tomándolos en cuenta.

Al pasar los años, se van creando estilos de vida y formas de pensar y actuar, que en algunos casos se consideran una especie de “maestricos”. Sobre todo, si entienden que Dios les ha abierto las posibilidades de ser tomados en cuenta como servidores públicos. Algunos, con conciencia plena de que están viviendo la postrimería de sus vidas. Y por entenderlo justo y necesario, muchas veces se convierten en eso, en lo que algunos denominan viejos gruñones.

Sin embargo, algunos lo hacemos con conciencia plena de que esos pleitos, jalones de ojeras o resabios públicos y privados, no son otra cosa, que una manera de advertir y señalar. Igual a como se hace con los hijos y los nietos. Sugiriéndoles formulas alternativas genéricas, pero indicándoles los posibles riesgos que cada camino podría implicar.

Hay que recordar, además, que alrededor del 90% de los ocupan las cúpulas del poder político, empresarial o gubernamental, pueden ser hijos o nietos de nuestra generación. Con muchísima preparación en determinadas áreas, pero con esquemas diferentes. Por lo tanto, sin pretender abusar, muchas veces actuamos con plena conciencia de que esos regaños o pleitos, solo pretenden lo mejor para ellos y para la sociedad. Pero incluso por egoísmo. Porque de esa forma nos estamos protegiendo nosotros mismos.

Estoy consciente de que hago cosas con un estilo enérgico y de frente que no gustan. Pero peor sería que vea, calle y otorgue. Porque temo que Dios no me lo perdonará.