Por un año mejor

<p>Por un año mejor</p>

MARIEN ARISTY CAPITAN
Aunque algunas veces parecerían ser sinónimo de quimera, la vida sería imposible sin ellos. Y es que, cual si fueran un resorte que nos impulsa a vivir, suelen ser nuestro sostén ante la adversidad.

Algunos les llaman deseos. Otros les dicen sueños. De cualquier manera, sin embargo, se apellidan inspiración. Aquella que, quizás como un mensaje de esperanza, llega a nosotros cada vez que un año termina.

Con el 2006 agonizante ya, es hora de pensar en todo aquello que queremos. Para comenzar, y siendo extremadamente optimista, me gustaría que nuestro futuro fuera tan promisorio como el que presenta el spot del grupo Abrisa, que presenta un río Ozama completamente limpio, una red vial inmejorable, un Liceo Juan Pablo Duarte de última generación, un astronauta dominicano en el espacio… todo lo que quisiéramos lograr al alcance de algunos años y muy buena voluntad.

Hacer de esa República Dominicana algo real será muy difícil hasta que no logremos desterrar el clientelismo, el paternalismo, el abuso, la demagogia, la retaliación…todo aquello que trae consigo la politiquería barata que nos circunda y tanto nos ha dañado. En consecuencia, superar dicho escollo es mi primer deseo para el próximo año.

El segundo deseo que quisiera ver realizado, a pesar de que estoy consciente de que será prácticamente imposible, es que el Congreso se conduela de nosotros y evite que las funestas consecuencias de la rectificación fiscal nos alcancen. Al hablar de esta pieza, por demás, espero que no lleguen más en las mismas condiciones: vestidas de una gran nobleza en el discurso pero llena de veneno en la realidad.

En tercer lugar, pero no por ello menos importante, es oportuno desear que se imponga la cordura nacional a todos los niveles. Como parte de ello, que los semáforos vuelvan a respetarse y que transitar en verde no sea sinónimo de peligro; y que los crímenes pasionales desaparezcan, al igual que el maltrato en todas sus vertientes.

En el mismo orden, sería justo que venga algún viento que remueva nuestros cimientos para que así cambie la visión de la sociedad y vuelvan a imponerse los antiguos cánones del respeto, la decencia, el trabajo y la ética, entre muchos otros que se han perdido para dejar paso a un país lleno de corruptos, oportunistas y arribistas.

Para lograr ese cambio, sin embargo, es necesario que trabajemos codo a codo para elevar los niveles educativos de nuestro país. Sólo así volveremos a lograr que la gente entienda que el camino es el trabajo honesto y no el dinero fácil.

En nombre del esfuerzo que hay que realizar para conseguirlo, resulta preocupante que se hable de la intención de reducir el presupuesto que se destinará al área educativa para desviar esos recursos hacia el Metro (algo que no entiendo muy bien porque aún no se ha hecho el presupuesto pero ya se habla de que le quitarán dinero).

Dejando de lado el absurdo que sería hacer algo así, es necesario que recordemos aquellos que necesitan mejorar sus oportunidades. En nombre de ellos, recordemos que es hora de enseñar a pesar y no de regalar el pescado (por aquello de las funditas y demás repartos de “caridad” a los que la gente tanto se ha acostumbrado).

De tener una población más capaz, que pueda enfrentar los tan manidos retos de ese mundo competitivo con el que tanto nos saturan, el país no sólo lograría elevar el nivel de vida de nuestra gente sino que le daríamos un respiro a nuestra economía. Sólo basta pensar, para ponerlo como un espejo, en la forma en que emergieron sociedades como la japonesa o la taiwanesa: a base de trabajo, educación, capacitación y mucho pero mucho esfuerzo.

Continuando con otras quimeras, me gustaría solicitarle formalmente al gobierno que disminuya los gastos superfluos que sólo sirven para engrandecer a los primeros egos de la Nación. Eliminemos los programas absurdos, las celebraciones fastuosas y todo aquello que no es necesario para crecer. Quizás, si dedicamos esos esfuerzos a cosas más necesarias, tendremos un año mucho mejor.

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