Por un balance crítico

Por un balance crítico

La frecuencia de los hechos criminosos –inquietantemente alta– nos dice que los medios de disuación y represión no están surtiendo los efectos necesarios para contener la delincuencia.

Es cierto que la Policía, aparato auxiliar de la Justicia, en los últimos tiempos ha mejorado su respuesta ante el delito y el crimen. Sin embargo, el indeseable elemento del exterminio, al que se recurre con mucha frecuencia, suplanta de manera tosca el papel represivo de la Justicia y elimina la oportunidad de regeneración del individuo en riña con la ley.

Con mucha frecuencia, gente perjudicada en sus intereses se queja de que la Justicia actúa de manera benigna con los delincuentes, y que éstos recuperan la libertad con mucha facilidad, aún en casos de delito flagrante.

Ayer El Nacional tituló su principal noticia de esta manera: «Viernes sangriento», y a seguidas reseñó el asesinato de dos guardianes en una empresa de Los Alcarrizos, el homicidio contra un hacendado de Gaspar Hernández y la muerte a tiros de un atleta a manos de policías municipales. A esa crónica roja suma un caso (página 4) que debe merecer la atención de las autoridades judiciales, pues una banda dirigida por un hombre que había sido sometido a la justicia hacía nueve días, por porte ilegal de un arma de fuego, ultimó a un teniente policial y provocó otros daños.

El presunto cabecilla de la banda, que tenía un sometimiento anterior por portar el arma perteneciente a un raso policial asesinado, estaba o está en libertad no se sabe por decisión de quién y al amparo de qué.

–II–

La inquietante criminalidad y la pobre respuesta final de los instrumentos legales indica que es hora de hacer un balance crítico, descarnado y sincero, de la aplicación del Código Procesal Penal, que es un ambicioso intento por modernizar las pautas procesales de nuestro país.

La gente percibe que la delincuencia ha colocado a la autoridad a la defensiva, que cada vez los antisociales actúan con más descaro y que, sin embargo, parece que se les premia con la concesión fácil de la libertad. Es un sentimiento generalizado que podría tener inexactitudes, pero que termina basándose en hechos ciertos.

En términos descarnados, hay quienes dicen que si una persona honesta y de trabajo somete un delincuente a la Justicia, «al otro día» éste anda desafiando al querellante. En cambio, si una persona se defiende de un delincuente con las vías de hecho que aconsejen las circunstancia, «pasa las de Caín» antes de poder lograr su excarcelación.

Al margen de que la falta de oportunidades y otras limitaciones empujan a muchos hombres y mujeres a la delincuencia, la falta de medios adecuados para prevenir, castigar y disuadir el delito es un factor que empeora la situación.

Es evidente que hay que someter los medios de combate del delito a una evaluación crítica que permita establecer con claridad qué está fallando, por qué los delincuentes salen con tanta facilidad de las cárceles y por qué la gente percibe que no se le está garantizando debidamente su seguridad.

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