La interrupción del embarazo por las 3 causales es un derecho de la mujer
En un artículo publicado en este diario del 26 de febrero del año en curso titulado: “Seis meses de Gobierno sin partido”, expresé mi preocupación por el inmovilismo del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en un momento de auge político por dos victorias electorales y la gran dinámica de trabajo y logros del presidente Abinader, propicios para el desarrollo cuantitativo y cualitativo del partido; mientras las organizaciones rivales se están reorganizando y hasta podrían unirse al menos electoralmente, para recuperar su poder hegemónico en el 2024.
Hay que tener en cuenta los partidos que son aliados de ocasión y los reclamos de la sociedad civil, que se manifestó en las Marchas Verdes y la manifestación de la Plaza de la Bandera.
El PRM debe inducir coherencia partidaria a los simpatizantes y aun a muchos dirigentes que están casi silvestres, pues requieren adoctrinamiento y disciplina partidaria, indispensable para la cooperación y respaldo al Gobierno.
Lo que procede es la realización de un congreso partidario, que podría denominarse “José Francisco Peña Gómez”, en honor al gran líder popular que dirigió el PRD, o “Hugo Tolentino Dipp”, quien propuso la conversión de la mayoría del PRD en el PRM, cuando el Gobierno del PLD le entregó la dirección de ese partido a la minoría, representada por Miguel Vargas y su grupo.
Ese congreso debe aprobar una Declaración de Principios que defina su ideología y objetivos de gobierno; requiere una organización en todo el país, la educación de dirigentes y militantes, desarrollar los frentes sectoriales, activar los asuntos electorales, definir las tareas barriales, mantener relaciones internacionales y potenciar a los sectores de juventud y de las mujeres.
Solo de esa manera el PRM puede garantizar el triunfo democrático en las siguientes elecciones.
La próxima reforma constitucional debiera establecer elecciones municipales a medio término, para que sus autoridades sean verdaderos líderes locales y no por arrastre de los líderes nacionales.
Tal como sucede en toda Europa menos en El Vaticano, incluyendo las muy católicas Italia, España y Polonia, así como la polifacética en religión Estados Unidos, Canadá y toda Latinoamérica, salvo Nicaragua, Honduras y El Salvador y las tres causales no se discuten desde hace mucho tiempo.
La interrupción del embarazo por las tres causales es un derecho fundamental de las mujeres, consagrado en el artículo 74 de la Constitución, numeral 4, que dice claramente lo siguiente:
“Los poderes públicos interpretan y aplican las normas relativas a los derechos fundamentales y sus garantías en el sentido más favorable a la persona titular de los mismos y, en caso de conflicto entre derechos fundamentales, procurarán armonizar los bienes e intereses protegidos por esta Constitución”
Es obvio que en este caso la armonización consistiría en que comisiones técnicas calificadas certifiquen la veracidad de cada uno de éstos, antes de autorizar el aborto.
Un gobierno social demócrata no puede dejarse imponer las prohibiciones de las tres causales. Hay que mandar a la Argentina de regreso al teórico que nunca ha parido y adonde ahora aprobaron el aborto libre totalmente.
Cada uno de estos casos significan tragedias familiares y muertes de infelices mujeres pobres que intentan interrumpir su embarazo en circunstancias de alto riesgo por falta de atención profesional cuando más la necesitan.
La próxima reforma de la Constitución debería establecer elecciones municipales a medio término