Tengo la impresión de que tenemos dificultad para comportarnos con sobriedad, un síndrome de inmadurez generalizada, de incapacidad y falta de disciplina mental e intelectual para el debate pausado y metódico, motivado quizás por la falta de confianza en el sistema mismo, en las autoridades (incluyendo las académicas y científicas), y un sentido de desesperanza que aplasta multitudes. Por ello, las discusiones y las preocupaciones por determinados problemas nacionales corren el acuciante riesgo de abortar (incluyendo el del aborto).
La primera (y última) vez que acudí a un debate en el Paraninfo de la UASD, mientras los marxistas gritaban ¡REVOLUCIÓN!, los demás gritaban: ¡CRISTIANA! … De ahí no pasó el debate, sin entenderse qué proponía cada sector. Tampoco pude entonces (ni después) aficionarme a la política, aunque continué, en otros escenarios, tratando de entender los comportamientos sociales y políticos.
Recientemente recibí una invitación formal a la UASD. La nota decía que estarían invitadas varias figuras y personalidades destacadas. Lo primero que haría cuando llegase mi turno sería felicitar a las autoridades y organizadores del evento, porque era ese un excelente escenario y contexto institucional para discutir con altura el tena de la migración y presencia haitiana. Cuando me presenté al primero de los debates, no había allí tal cosa, y el personal de recepción ni los de seguridad tenían idea de tal actividad. Me costó varios días comunicarme con los funcionarios que me invitaron, sin obtener una explicación satisfactoria.
Hacía varios meses que había acudido a una convocatoria pública a un debate sobre la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, en un conocido hotel de la ciudad. Fui muy esperanzado, deseoso de entender los argumentos jurídicos y de carácter sociológico, político o de sentido común que allí se expresaría y se conciliarían. Una pléyade de juristas de gran lucidez explicó sus argumentos. Pero pronto noté que eran todos de un solo lado, que nadie opuso una sola idea, ni le corrigió una sola coma a los argumentos, por lo que el evento terminó en una manifestación de gran emotividad patriótica.
Esa misma frustrante experiencia la he tenido en reuniones de religiosos, entre ellos, especialistas en asuntos médicos y de conducta humana. Llegado el momento de dirimir las discrepancias, el debate se pierde tras una de las posiciones más dogmáticas o acaso más doctas, o más enfáticamente expresadas, pero sin que fluya la discusión y el análisis intelectual mesurado y sereno.
Aunque todos estaban contra el aborto, los debates fueron abortivos: Nada, que yo sepa, sucedió. Normalmente nada pasa con los natimuertos pseudoconsensos. Semanas después asistí a la exposición de un Plan de Concertación para movilizar al pueblo dominicano contra la corrupción y otras plagas mortales. Sigo esperando por el Plan de Acción convenido.
Pregunta: ¿Dejaremos que las funestas consecuencias de la inmigración ilegal nos arropen y se hagan irreversibles, y que la acción autodefensiva la asuman extremistas y ciudadanos comunes con sus propias manos; o las academias, el gobierno, las iglesias las ONG y los partidos harán lo que les corresponde?