No debemos dejarnos hundir por el disparate accional que padecemos a causa de las acciones cobardes y pusilánimes, nutridas por la sumisión de la dignidad ante la eventual pérdida de tangibles y enormes beneficios económicos que impactan positivamente en una sociedad, que es víctima del establecimiento de una invertida y envenenada escala de valores.
Nos aconseja José Enrique Rodó, el eminente pensador uruguayo y uno de los grandes maestros del continente en su Ariel, que Si con relación a la escuela de la voluntad individual, pudo Goethe decir profundamente que sólo es digno de la libertad y la Vida quien es capaz de conquistarla día a día para sí, con tanta más razón podría decirse que el honor de cada generación humana exige que ella se conquiste por la perseverante actividad de su pensamiento, por el esfuerzo propio, su fe en determinada manifestación del ideal y su puesto en la evolución de las ideas.
Es necesario empecinarse en el optimismo y esforzarse en que los valores negativos imposibles de erradicar- no sumerjan y asfixien hasta la muerte los valores positivos: la bondad, la conmiseración activa por el sufrimiento y carencias de otros, en fin, las características necesarias para poder considerarnos Humanos, es decir, animales superiores, evolucionados y situados por encima de instintos básicos de posesión, poderío y supremacía.
Pretendemos estar muy por encima de lo animal pero ¿lo estamos? Walt Whitman.
En su Song of Myself dice de los animales que ellos no sudan y gimen por su condición, no hacen enfermizos discursos sobre sus deberes con Dios, ninguno está insatisfecho ni enloquecido con la manía de poseer cosas, ninguno se arrodilla ante otro, ninguno es respetable o infeliz en el mundo entero (Not one is respectable or unhappy over the whole earth .no one kneels to another )
¿Y nosotros? Todo lo contrario.
Yo estoy convencido de que el humano es el mismo desde el principio. Cambian las formas pero no las esencias. Sin embargo, es posible y deseable modificar positivamente, hasta donde podamos, lo que sale fuera de nosotros en forma de acciones, de hechos y, por tanto, modificar los resultados. El mundo necesita una transformación en las acciones humanas, eso sería verdaderamente avance. Sería realmente MODERNIDAD, porque lo demás es pura apariencia y superficialidad. Es cosa de ponerse en la posición de otros, aceptar sus carencias de cualquier tipo, y ayudar, ayudar, ayudar, no menospreciando y olímpicamente criticando y desdeñando al carenciado. Entonces, seríamos superiores a los animales, no inferiores como hasta ahora. El mundo cambia en su aspecto externo, hoy disponemos de herramientas maravillosas puestas al servicio del humano, pero me temo que la alta tecnología, en manos de la gente común, esté creando una humanidad ciberdependiente, alejada de sus propias posibilidades y esfuerzos.
Reitero que es necesario empecinarse en que los valores negativos no aplasten los valores positivos, y que se tenga presente la necesidad del esfuerzo en el trabajo mental y físico que es patrimonio de nuestra especie. Mantengo la esperanza en un despertar valoratorio.
En esto radica mi empecinado esfuerzo optimista.