Por un Estado democrático de inspiración cristiana

Por un Estado democrático de inspiración cristiana

Teófilo Quico Tabar

Los ideales que inspiran y caracterizan la filosofía democrática de las personas y la sociedad, están profundamente ligadas al mensaje cristiano y a la acción de estímulo oculto que actúa en las profundidades de la conciencia humana. El empuje democrático ha surgido en la historia como una manifestación temporal de inspiración evangélica. Como dijo un gran pensador: “no solamente el estado de espíritu democrático viene de la inspiración evangélica, sino que no puede subsistir sin ella.”

Ese mismo pensador expresó: “Para darle vigencia, es necesario que las energías de contenido evangélico penetren en la existencia profana, subordinen lo irracional, se incorporen al dinamismo vital, y controlen los instintos de la naturaleza, a fin de fijar en las profundidades de lo inconsciente, los reflejos, las costumbres y las virtudes, sin las cuales, la inteligencia que dirige la acción podría sentirse tentada por el egoísmo devastador que prevalece en los humanos.”

La humanidad se interesa en la política, pero sin la bondad, el amor y la caridad, lo que hay de bueno y de mejor en los seres humanos, se convierte en instrumento de calamidad, porque una correcta experiencia política no puede desenvolverse en los pueblos, si las pasiones y la razón no son orientadas por un conjunto de virtudes colectivas, como la fe, el honor y la sed de justicia, de libertad y de bien.

Porque sin el instinto evangélico y el potencial espiritual del cristiano auténtico, el juicio político y la experiencia, se defienden mal contra las ilusiones del egoísmo y del miedo. Porque sin el valor, la compasión y el espíritu de sacrificio, la marcha, a cada instante obstaculizada hacia un ideal histórico de generosidad y de fraternidad, no tiene sentido.

Pero también resulta que el ideal democrático va a contrapelo con la naturaleza, cuya ley no es el amor evangélico. Siempre recuerdo este pensamiento: “La democracia es una paradoja y un desafío dirigido a la naturaleza, a esta naturaleza humana, muchas veces ingrata y herida, cuyas aspiraciones originales y sus reservas de grandeza, son capaces de lo grande y lo noble, de lo ridículo y lo mediocre.”

La filosofía democrática vive del constante trabajo de invención, de crítica y de reivindicación de la conciencia individual. No admite que el Estado sea un poder trascendente que reúna en él toda la autoridad impuesta desde arriba sobre la vida humana. Quiere que órganos autónomos y que gocen de autoridad proporcionada a su función, emanen espontáneamente de la comunidad y de las diversas actividades; quiere que el Estado no sea más que un órgano de regulación más elevado, cuyo objeto sea el bien común.

Para creer en el derecho y la virtud; en la justicia política ante los triunfos escandalosos de la mentira y la violencia. Para tener fe en la libertad y en la fraternidad de forma perdurable, hace falta inspiración y creencia firme en principios que fortalezcan y vivifiquen el pensamiento cristianismo. Ojalá que ese pensamiento guíe las acciones en este año que apenas comienza.

 

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