Por un mundo sano

Por un mundo sano

El calentamiento global, sumado al rápido acúmulo creciente de residuos no degradables, como parte de la gran contaminación ambiental, constituyen una seria amenaza a la vida en el planeta tierra. La ignorancia o indiferencia ante esta grave situación pudiera resultar fatal para muchos de los presentes y para las generaciones venideras. Una atmósfera sana, adecuadamente oxigenada, es requisito indispensable para que podamos acoplar con la definición de salud que nos ofrece la Organización Mundial de la Salud: “el estado de perfecto bienestar físico, psíquico y social, y no sólo la ausencia de lesión o enfermedad”. El poeta inglés John Donne escribió en el año 1624 su Meditación XVII, en la que expresa: <<Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti>>. Ya Publio Terencio, 165 años antes de la era cristiana había sentenciado: <<Hombre soy; nada humano me es ajeno”. A ochenta y dos años del natalicio del patricio Juan Pablo Duarte, aseveraba en Cuba el poeta José Martí: <<Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en la que nos tocó nacer>>. Nuestras ciudades empezando con el gran Santo Domingo muestran lo serio del problema de la basura. Los vertederos improvisados se convierten en el paraíso soñado de ratas, moscas y cucarachas. Y por si esto fuera poco, medimos en toneladas los envases plásticos convertidos en chatarras que sirven de reservorio acuático para que los mosquitos completen su ciclo y salgan como aviones cargados con bombas virales de Zika, Dengue y Chikungunya, sin subestimar la malaria y un largo etcétera. La reducción de las fuentes acuíferas es noticia poco halagüeña; la higiene pública está amenazada con el peligro de propagación de enfermedades bacterianas transmisibles por el agua. De poco vale educar través de las escuelas y anuncios mediáticos, acerca de utilidad del aseo hogareño, cuando muchas tuberías están huérfanas del preciado líquido solvente e hidratante universal.
¿Y qué decir de la salud espiritual? Los asaltos, atracos, asesinatos y violaciones están a la orden del día en nuestras calles, establecimientos públicos, hogares y otros recintos. Nadie está seguro; el temor se adueña paulatinamente de quienes ayer vivían confiados y tranquilos. Añoramos el campo pero el mismo ya resulta asunto del pasado. La deforestación y el abandono lo han convertido en territorio desértico.
De repente queremos huir, abandonar el lar nativo; pero sucede que afuera hay guerras, terror, miedo en los aeropuertos y aviones, desempleo, xenofobia y discrimen. Pareciera que estamos atrapados y sin salida. La respuesta es resistir y luchar por un mundo más sano, sin odios, cargado de amor, de oportunidades de empleos adecuadamente remunerados; una humanidad sin pobres, sin hambre, preñada de paz y justicia social. Cambiemos este gastado y desacreditado modelo caduco, despiadado e indolente, por uno de concordia humana.
Es así como al fin tendremos salud para todos y todas; el resto es vana esperanza y engaño eterno.

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