Cada vez que la firma Barrick Pueblo Viejo exporta un cargamento millonario de oro, que en estos tiempos tiene precios bastante inflados, se ahonda la indignación por el espíritu oneroso de un contrato que nos despoja de una riqueza enorme. La circunstancia debe empujar a las autoridades dominicanas a procurar a la mayor brevedad posible, una reestructuración contractual que aumente considerablemente la participación del Estado dominicano en las utilidades generadas por la venta del metal extraído de las entrañas de nuestra tierra. La salida de cada embarque reafirma la justeza de la posición del Gobierno por un trato más equitativo.
Sobre la marcha y estado actual de las negociaciones se sabe poco. Se admite que la búsqueda de un arreglo esté rodeada de cierta discreción, aunque ya por lo menos se filtró a la prensa una información no confirmada de manera oficial sobre este proceso. El Gobierno debe mantenerse firme en el reclamo de un mejor dividendo y sabe que cuenta con el respaldo de todo un país. Ahora bien, es inevitable que la salida de cada embarque deje el sabor amargo de la entrega casi gratuita y desleal de un patrimonio de los dominicanos a una firma extranjera que no ha valorado los gestos del Estado dominicano cuando, a petición esa empresa, ha accedido de buen grado a renegociar aspectos del contrato de explotación del oro de Pueblo Viejo.
A compensar el tiempo perdido
El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales ha admitido que ha habido devastación forestal en el Parque Nacional José del Carmen Ramírez, debido a actividades agrícolas impropias. Reconocerlo ahora es una forma elegante de confesar que en la vasta zona comprendida entre San José de las Matas y San Juan de la Maguana los ecosistemas han estado en descuido, a merced de la mano del hombre.
Ahora corresponde compensar el tiempo perdido. Lo primero debe ser orientar a los agricultores sobre las prácticas perjudiciales y convertirlos en actores de la repoblación forestal. Creemos que hay que hacer más énfasis en la preservación de las cuencas hidrográficas y tratar de integrar a los agricultores de esas regiones en brigadas entrenadas en el cuidado de los bosques. Hay que revertir de manera positiva el daño que la práctica agrícola impropia ha ocasionado.