Por un sistema unicameral

Por un sistema unicameral

El alto grado de desorden existente en ambas cámaras legislativas, no tiene componte. Ha llegado a su límite extremo, tal como ha quedado evidenciado en el valiente informe presentado por  Alicia Ortega, completado por el periodista Juan Bolívar Díaz, en uno de sus sesudos artículos (El encanto del barrilito, Hoy, 6 de sept. 2009) donde desmenuza y pone al desnudo la indolencia, el descaro, la apetencia, el nepotismo y el despilfarro que se gastan nuestros legisladores, en claro desconocimiento de los valores y principios éticos que deben ennoblecer  el ejercicio de sus delicadas funciones.

Las múltiples denuncias aparecidas en la prensa diaria, la indignación manifestada de amplios sectores  de la sociedad civil,  los editoriales y comentarios de analistas con plena conciencia del desastre existente,  están enviando, desde hace tiempo, claras señales de que así las cosas no pueden continuar.  Como no es posible ni deseable un “fijimorazo”, la orden presidencial que decrete la disolución del Congreso Nacional de un plumazo, ni tampoco se espera un levantamiento popular revolucionario que arrase con tanta infamia, pienso que lo que más conviene y  mejor le puede suceder a nuestra incipiente y endeble democracia, es la unificación de ambas cámaras en solo una, tal como existe en otros países institucionalmente más avanzados de América Latina, Costa Rica, por ejemplo, que podría servirnos de modelo.

La experiencia costarricense y las justas razones que sustentan ese nuevo ordenamiento político institucional de ese poder del Estado, representa numerosas ventajas y ningún inconveniente  desde el punto de vista del interés  nacional: económico, político, institucional, y de servicio, dadas  las deficiencias y el grado de corruptela existente en ambos hemiciclos.

  Son causas más que suficientes para plantearnos seriamente la necesidad de adoptar otro sistema, menos costoso, menos difuso, mas eficiente y selectivo.  En Costa Rica y en otros países, incluyendo el nuestro en varios períodos de nuestra vida republicana el unicamerismo  ha funcionado sin llegar ni por asomo al nivel de  degradación y desprestigio que viene corroyendo y corroe actualmente la función legislativa. No basta  con limitar el excesivo número de diputados contrariando el absurdo del proyecto presidencial de reforma que propuso el aumento de su membresía y su extensión al exterior o en estructuras inútiles como el PARLACEN, que no significa otra cosa que perpetuar el mal existente.

Preciso es plantearnos reformas más radicales y eficaces. Rediseñar también la geografía política, dando énfasis a la representación regional más que a la provincial.

 Eso lo podría planteárselo   una Asamblea Constituyente, más pluralista, participativa, independiente y eficaz,  con una visión patriótica más cónsona con los intereses del Estado y de la nación  pero no “una revisora”. El sistema contaminado, que nos gobierna, se resiste.

La presencia de unos contados legisladores que han mostrado coraje y decencia en sus pronunciamientos y actuaciones, sigue siendo una minoría.

Posiblemente no sean los mas votados en las elecciones de medio tiempo que se aproximan.      

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